lunes, 16 de abril de 2018

OTRA VUELTA DE TUERCA


¡Si es que no se puede ser tan "bocachancla"! Despedía mi crónica de la pasada Huelva Extrema (otra-al-zurron.html) pidiendo más km para pillar a Benito ¡QUE ERA COÑAAAA, JODERRR! Pues no que van los de la organización y me hacen caso, planteando para 2018 el recorrido más exigente y largo de las seis ediciones de la prueba.

Este año llegaba a la cita cortísimo de preparación (por viajes, días de lluvia, otros enredos y cierta falta de ganas) y larguísimo de arrobas.

Véase la pequeña arruguita que me hace el "maillot" por la parte de los abdominales.

Pocas salidas he hecho este año de más de tres horas y casi nada de cuestas, salvo una incursión por terreno valverdeño, una rutita serrana de 36 km y el Maratón de Villarrasa. Para colmo, en el maratón de Valverde, prueba que debería haberme servido como referencia para la Extrema (incluso para decidir si renunciaba a ella), la mecánica sólo me dejó rodar 12 ó 13 km en lo que supuso mi primera retirada en una prueba de bicicleta, dejándome sin saber si estaba mínimamente en condiciones de afrontar el reto que suponía la prueba reina onubense.

Estos factores, unidos a la vuelta (o vuelta y media) de tuerca que suponía el nuevo trazado, hacían que lo más sensato por mi parte fuese dedicar el 14 de abril a arreglar el trastero o a ir a comprar pescado a la plaza. Pero ya se sabe, la juventud es inconsciente. Con ese panorama, decido tirar para adelante y echarle narices al asunto sin tener nada claro que pudiese superar el reto.

Y es que los puntos de corte intermedios eran muy exigentes para la "clase baja" del pelotón de la que ya me considero miembro de pleno derecho. No obstante, metiendo los datos en mi simulador de carrera (lo tengo pendiente de patente) se atisbaba algún rayito de esperanza. Sin problemas mecánicos y sin explosiones pirotécnicas, cabía alguna posibilidad de alcanzar el punto de corte de Paterna (el más exigente) a tiempo. Sin demasiada holgura, pero se podía llegar antes de la hora de cierre.

Con estas me planté en la salida de Higuera de la Sierra, sabiendo que no podía cometer el más mínimo error y que tendría que suplir con cabeza la falta de piernas. Arranca la cosa y a los pocos km, antes de abandonar el asfalto, me encuentro, por momentos, a cola de los que salimos en el primer cajón (tampoco era muy significativo, ya que los M-50 salimos al fondo de ese cajón). La salida estuvo bastante bien planteada, de modo que no se formó ningún tapón en los km iniciales.

Antes de iniciar la primera subida dura hacia Puerto Gil me quito los papeles que llevaba bajo el "maillot" a modo de cortavientos (¡Viva el ciclismo rancio!) y se los doy a un par de voluntarios que amablemente los recogieron para tirarlos en un lugar adecuado. A esas alturas de carrera me dolía el cuello de mirar a un lado y a otro a los que me adelantaban tras haber salido desde los cajones 2 y 3. Saludo a los conocidos y a lo mío, que queda mucho.

Tras pasar Corteconcepción, en el camino de la Fuente del Rey, se forman los únicos tapones del día, el primero de ellos por una subidilla técnica y el segundo por culpa de un "quad" que se emborricó en pasar por donde no cabía, con el consiguiente cabreo del personal.


No había tanto barro, pero de luces iban parecidos.

Por esa zona voy a ratos charlando con Clara, que iba haciendo la prueba con Duque. Muy bonito el camino entre Aracena y Linares y a por la segunda dificultad seria del día, la subida de La Umbría. Dura de verdad, pero con una pendiente constante que no se me dio mal del todo.

Tras otra subida y una rápida bajada se avistaba en lontananza un panorama desolador: como decía el Chinasky, lo más parecido a las manadas de ñus (o ñues, o "ñuses") cruzando los ríos del Serengueti. Sólo faltaban los cocodrilos (¡coño! ¿para qué lo he dicho? verás como los de la organización leen esto y los ponen el año que viene).

¡Las vacas del pueblo ya se han "escapao"!

Todo el pelotón con la bici al hombro vadeando el río Odiel cuando, unos 300 m aguas arriba había un puente la mar de apañado (después me diría Rafa Íñigo que estaba en una finca privada que no había permitido el acceso). A mí me llegó el agua por la mitad de los culotes pero no podía reprimir una media sonrisa malévola al pensar que Clara tendría que pasar unos instantes después.

Bueno, mi sonrisa no fue tan malvada.

Tras otra serie de duras subidas, llego a Campofrío, donde tenía planificada mi primera parada. Repongo líquidos sin perder tiempo y arreando. Hasta allí el terreno había estado casi perfecto, sin mucho barro ni grandes charcos, pero nada más salir de Campofrío el panorama cambiaría radicalmente, con un primer lodazal en subida que marcaría la tónica del resto del recorrido. El barro y el terreno pesado incrementaron notablemente la dureza del trazado.


Muchos pateaban

Llegando a Nerva alguien comenta (yo no había querido mirar el reloj) que íbamos como media hora por debajo del corte, lo que suponía ir ligeramente peor de lo que había estimado para llegar a tiempo a Paterna. Me salto este avituallamiento, según lo planificado, y a tratar de marcar un buen ritmo por toda la zona minera y el trazado junto a la vía.

A continuación, durísimas las primeras rampas hacia Berrocal tras el Puente del Cachán y llegada al pueblo (tras rebasarme por la carretera el amiguete Trufero) donde repongo líquidos de nuevo. Salida en bajada por el empedrado y a por el tramo más lento del recorrido: las seis pasadas, seis, del Barranco de la Higuera. La organización había pensado evitar ese tramo si la rivera llevaba mucho caudal. Por lo visto, una corriente capaz de arrastrar a un ciclista adulto que se ha pedido el "maillot" de la Extrema en la talla 3XL no se considera mucho caudal. Pues bueno. Pues vale. Eso sí, no pude evitar volver a sonreír malignamente...




Tras el último de los vadeos, donde un voluntario ayudaba a sacar las bicis del cauce, estaba viendo la prueba con la familia mi compañero de fatigas de hace dos ediciones, Domi, y con él, su hermano Paco que la estaba disputando y había parado a saludar.


¿Quién me presta una escalera?

Junto a Paco haría toda la Cuesta del Carril y los repechos posteriores hasta las Casas de Alacaba (La Cava en algunos mapas), así como el resto de recorrido hasta Paterna.


La cuestecita del Carril

Por las zonas rápidas tras coronar abrí gas a tope, porque sospechaba que no debíamos de ir muy sobrados para pasar el corte. En efecto, cuando avistamos el Pinguete al fondo a la derecha, Paco me pregunta cómo íbamos de tiempo, a lo que, tras consultar el reloj por primera vez, le respondo que "más justos que un deo en el culo". Teníamos algo menos de un cuarto de hora para llegar antes de las cuatro. Subo el Pinguete como buenamente puedo, entre los ánimos del personal que quedaba por allí (gracias mil) y conseguimos pasar el corte casi seis minutos antes del presunto cierre (en ese momento no sabíamos que después se ampliaría media hora).

Allí soltamos las bicis y nos dimos un pequeño respiro con bocata reparador, zumito y repostaje de líquidos. Ya habíamos acordado que trataríamos de hacer juntos el tramo Paterna-Niebla ya que en esa zona, llana y con viento, dos ciclistas colaborando pueden hacer más camino que un llanero solitario. Y Paco es de los que saben lo que es rodar.

Con él a rueda enfilo las interminables pistas hacia Villarrasa y Niebla, tratando de negociar los charcos que minaban el recorrido. En uno de ellos meto mal la bici en una rodera de barro y caigo en el charco con incuestionable estilo. Lodo hasta los ojos y magulladuras por todo el cuerpo, sobre todo en el codo derecho, pero nada importante. Lo más coñazo es que se me debió de doblar algo la patilla y no me entraba el piñón pequeño. Para que lo hiciese tenía que accionar el mando y meterme por zonas de baches, para que la vibración hiciese caer la cadena. Tipo con recursos.

Aquí quiero hacer un inciso. Se supone que en ese tipo de terreno se va mejor en grupo. Todo el mundo te da el típico consejo: "en esas pistas, coge un grupo y verás como se hace más llevadero". Pues bien, sin ser un grupo demasiado numeroso, nos juntamos por allí cuatro ciclistas (Paco, yo y otros dos) y, la verdad, yo no le vi ventaja ninguna a la cosa. Me pegué casi 25 km entre Paterna y Niebla tirando del grupo, con un único relevito de vergüenza torera del amigo Paco. A lo mejor no he entendido bien algo de lo de ir en grupo, tendré que estudiármelo mejor.

Al paso por Villarrasa, rápida parada en "boxes" fuera de lo previsto para lavarme un poco las heridas de la caída. En general los voluntarios estuvieron de cine pero lo de Villarrasa fue insuperable. Se desvivieron por ayudar en todo lo que pudieron: limpieza de herida, lavado de gafas, mandarina pelada... En fin, un lujo asiático. Gracias a todos los voluntarios.

Un poco antes de Niebla Paco empieza a flojear. Lo espero un par de veces pero finalmente me dice que prefiere levantar el pie y seguir a su ritmo, que tire yo para adelante. Lo cierto es que, aunque en cuestión de relevos no me sirviese de mucho su compañía, pienso que me vino bastante bien porque fui regulando un poco el ritmo y no me cebé del todo, como seguramente hubiera hecho de ir solo.

Tramo divertido por los alrededores de Niebla, pequeño repecho que dolió lo suyo hacia el aeródromo y subida a Bonares donde hago mi última parada prevista. Allí se vuelcan conmigo los amiguetes Emilio, Luque y alguno más, ofreciéndome todo tipo de servicios (no penséis mal, me refiero a bocata, agua, aceite, etc.).

Bueno, pues a subir los últimos repechos previos y posteriores a Lucena y ya está, a rodar tranquilamente por pistas cómodas hasta Mazagón... ¡Y UNA MIERDA! Benito, ya hablaremos de aquello que me dijiste de que esa zona era de caminos sin complicaciones. Como explorador no vales un carajo.

Primero una zona de pinar bastante bonito pero salpicada de trampas de arena y de barrizales y después un camino plagado de lagunas (llamar a aquello charcos sería faltarles el respeto) que no sabía uno por dónde negociar y en las que, irremediablemente, acababas con la rueda clavada hasta las trancas y los pies metidos en un barro inmundo.

Menos mal que los últimos km sí fueron por una pista muy ciclable por la que, a pesar del fuerte viento en contra, marché hasta Mazagón a buen ritmo. Por cierto ¿no os ha parecido que Mazagón podría competir con "Praia do Cassino" por el record Guinnes de playa más larga del mundo? ¡Puff!, la avenida no se acababa nunca.

Definitivamente, llego a meta con una satisfacción que no me cabía en el cuerpo y en un tiempo de 11:35:28. Pensaba que la podía haber hecho en unos 15 minutos menos, pero las condiciones del terreno y el viento final pesaron bastante.

No voy a decir que no sufriese, nadie me iba a creer, pero sí es cierto que, a pesar de mi falta de km este año, no pasé por momentos de grandes crisis, más allá de ir gestionando los amagos de calambres (que no se llegaron a materializar por muy poco) durante más de 100 km. Como ya he comentado arriba se trataba de suplir piernas por cabeza, y cabezota... pues eso, un poco sí.

Felicidades a todos los vencedores, a los que han conseguido superar el reto y gracias a organización, voluntarios y amiguetes por su implicación. El nuevo recorrido, pues como está comentando casi todo el mundo: espectacular hasta Paterna y más cuestionable a partir de allí, aunque con algún tramo también atractivo.

Tiempo habrá para debatir si el futuro de la prueba debe ir en la línea de primar los recorridos tan exigentes, aún a sabiendas de que se puede perder participación de lo que yo denomino "clase media-baja" (bueno, algo de "aristocracia" también puede borrarse) y que a mí, personalmente, me parece vital para sustentar un evento de estas características.

El año que viene ¿más?



P.D.: a pesar de la gentileza de la organización de alargar la ruta, Benito ha seguido mojándome la oreja a base de bien. Así que no insisto más, lo dejo por imposible, no pediré más km. Si acaso, lo de los cocodrilos, pero ya lo vamos hablando.