Habrá
que contar algo sobre la que se ha convertido en una de las citas más
importantes del año para los que andamos metido en esto de darle a los pedales
por este rinconcito de la península, La Huelva Extrema.
Tras
el éxito de la primera edición, celebrada el año pasado, la organización daba
una vuelta de tuerca en varios aspectos: más participantes (mil y pico, el
doble del pasado año), más kilómetros (166, salieron al final) y, sobre todo,
un recorrido “muuuucho” más duro. Haciendo el juego de palabras facilón, se
puede decir que si la primera edición fue “Extrema”, esta segunda ha sido
“Extrema y dura”.
En
líneas generales considero que la organización ha estado a la altura de las
circunstancias, con una magnífica señalización, voluntarios y colaboradores
atentísimos, fantástica zona de meta, etc. Eso no quita para que se haya
producido algún fallo, de los que espero que tomen nota para que esta gran
prueba siga creciendo y mejorando año a año. Enhorabuena, en cualquier caso, a
los organizadores.
Personalmente,
la Extrema de este año suponía un reto desconocido para mí. Entre los Eslabones
Perdidos se había planteado montar un equipo de cuatro para disputarla en esa
modalidad, integrado por cuatro “patas negras”. Sin embargo, uno de ellos
sufrió un ataque de “gallinitis”, y yo, en mi bendita inconsciencia, me ofrecí
como sustituto de ¿lujo?, sin llegar ni a jamón de recebo.
Era
una forma nueva de afrontar una prueba, ya que jamás había competido por
equipos y no las tenía todas conmigo. Tras lo mal que lo pasé en Valverde mis temores
eran que me podía convertir en una pesada ancla para el equipo en las
abundantes subidas que presentaba el trazado de este año.
Con
estos pensamientos me planté en la línea de salida de Santa Ana tras haber
pasado la noche en compañía de varios amiguetes en los Veneros y tener que
subir a primera hora en bici el tremendo rampón que hay desde allí hasta Santa
Ana a modo de calentamiento (no vino mal del todo, con el fresquito que hacía).
Una
vez localizados los compañeros de equipo (Francis, Ale y Ernesto), a esperar
pacientemente en el cajón a que se diese la salida de los individuales y, unos
15-20 minutos más tarde, la de los equipos. Salgo bastante por delante de los
otros tres, lo que me permite tomarme con mucha calma la primera subida. En la
bajada desde santa Ana hasta la nacional se forma un gran tapón cuando
alcanzamos la cola de los individuales, lo que obliga a poner pie a tierra y
esperar pacientemente a que aquello se descongestionase.
Nos
agrupamos los cuatro “eslabones” y vamos afrontando los primeros tramos,
regulando yo mucho en las rampas duras y tratando de recuperar cuando la
pendiente remitía. Espectacular la rotura de cuadro que vimos por allí: una
bici partida, literalmente en dos por la mitad.
Misma
tónica subiendo Risco Malillo por donde también se nos unieron Domi (el de la
“gallinitis”) y su hermano Paco, que corrían por parejas. Tras coronar, me
pongo en cabeza y marco ritmo en la bajada larga: hay terrenos en los que el
tonelaje no viene mal del todo.
Bonito
el tramo nuevo de sendero antes de Cueva de la Mora por donde Paco va haciendo
el cabra y adelantando a todo Cristo. Tras Cueva de La Mora, nos metemos en el
Coto de la idem, por donde intentamos mantener un ritmo alegre en el grupo.
Vamos pasando a mucha gente, aunque a veces con dificultades, ya que no siempre
es posible encontrar hueco para colarnos cuatro ciclistas. Hago la subida
previa a La Zarza regulando mucho y el tramo divertido de senderos vamos muy
bloqueados por un grupito que llevamos delante (imposible adelantar allí).
En
La Zarza tuvimos el único despiste importante del día. Habíamos acordado parar
para soltar cortavientos y manguitos, ya que allí estaba la hermana de Ernesto
(muchas gracias). Tras dejar las cosas, nos ponemos en marcha Ernesto y yo, buscando a
Francis y Ale en el avituallamiento. Al no verlos, pensamos que habrían
arrancado, por lo que apretamos para intentar pillarlos. Tras varios kilómetros
rodando fuertecillo, seguimos sin verlos, lo que nos mosquea un poco, hasta que
oímos voces por detrás y vemos que son ellos los que nos persiguen a nosotros.
Resulta que en La Zarza decidieron hacer pis y, recatados ellos, se apartaron
del camino para no mostrar públicamente sus vergüenzas.
Una
vez rehecho el cuarteto afrontamos la subida a Calañas al ritmo que marca Ale
y, una vez en el pueblo, en el que había un gran ambiente, paramos de nuevo en
el avituallamiento, donde Cristóbal me lubrica amablemente la cadena (gracias,
amiguete).
Bajando
hacia el Calabazar Francis necesita llamar a Luna, ya que tenía previsto estar
en La Zarza o Calañas y no la había visto, lo que le inquietaba (¡Aisss…!).
Nueva parada pero, como habíamos acordado en la charla táctica, el más paquete sigue
hacia adelante, para minimizar la pérdida de tiempo. Supongo que no tengo que
aclarar que el paquete, con lazo y todo, es el que teclea estas líneas.
Por
los toboganes del Calabazar nos reunimos todos de nuevo y alcanzamos al
compañero Jose “Villablanca”, que nos da ánimos. Tras pasar varios charcos, mi
transmisión empieza con sus habituales “chupados”, lo que me obliga a una nueva
parada para lubricar (antes, no me acuerdo dónde, había tenido otra por
enganchón de cadena), pero sin mayores contratiempos.
Llegaba
la hora de la verdad para mí, el terreno nuevo por la zona de Las Perrunosas
con subidas serias en las que me temía que las iba a pasar putas. Allí empezaba
la “Dura”. Tras pedir un poco de cariño a mis compañeros, trato de subir lo más
decentemente que puedo. Eso no evita que me vaya quedando bastantes metros por
detrás de los tres (bueno, Ernesto se descolgaba para hacerme un poco de
compañía), que van charlando mientras que yo bastante tengo con respirar.
A
pesar de eso, el tramo nuevo se me hace menos agónico de lo que me temía y
llegamos a la pista del Cobujón sin haber reventado. Por allí alcanzamos a otro
compañero, “Jabiker”, que nos ofrece su rueda durante unos minutos (gracias), y
yo empiezo a sentirme más en mi terreno (aunque quedaba la subida tras el vadeo
del Odiel). En Los Cristales mis compañeros necesitan parar para repostar. Como
yo voy bien de líquidos y La Corcha está sólo a 12 km, decido repetir
estrategia y seguir a mi bola, sin parar y pedaleando tranquilo para que me
alcancen.
Subida
tras el río como buenamente se pudo y a por los toboganes que llevan hasta La
Corcha. Por allí me doy cuenta de que ya no soy el fusible del grupo: Ernesto
empieza a pasarlo un poco mal. Alcanzamos a Moi, que se une al grupo hasta La
Corcha, donde Cristóbal me obsequia con un “peaso de bocata” que me sabe a
gloria. También estaba allí Luna, haciendo labores de intendencia (gracias).
Repostaje tranquilo, aceite para la cadena, fotito de grupo y a arrancar de
nuevo el motor. A partir de aquí ya se ha terminado la “Dura” y comenzamos la “Extrema”.
Buen
ritmo hasta entrar en el “Tunel de la Risa”, cuya parte final hacemos muy
frenados por un grupo y a por la zona del Majadal. Por allí Ernesto iba un
pelín tocado, por lo que vamos regulando el ritmo. Pero, para nuestra sorpresa,
cuando nos acercamos a Gibraleón, se pone a tirar como un poseso poniéndonos a
todos en fila. A ese ritmo infernal hace todo el paso por el pueblo, hasta
llegar al puente sobre el Odiel, donde se deja ir de nuevo. Al vernos
sorprendidos nos explica: “tenía que pasar con dignidad por mi pueblo” ¡Será
mamón!
Por
la Vía Verde y pistas posteriores, me voy encontrando cada vez mejor, pero toca
regular el ritmo para no castigar al grupo. Pequeña trampa en el tramo nuevo
tras el Club Hípico y a por Los Pinos. En Las Cumbres, última parada para
repostar (Francis degustó la tortilla del Bocina) en la que vemos a los
amiguetes del equipo de cuatro de Gibraleón. Esto sirve de motivación para
avivar el ritmo y hacer muy rápido los tramos del pinar.
Voy
con muy buenas sensaciones, tanto que le digo a Francis que no me importaría
seguir haciendo más kilómetros. Alguna barrita caducada que me comí, supongo.
Sin embargo, alguna mala postura me provoca amagos de calambres, pero nada que
no se quitase metiendo tranca y apretando, lo que me hizo marcharme por delante
del grupo en un par de ocasiones.
Ya
en la zona de La Laguna veo un grupo de cuatro rodando juntitos con las mismas
ropitas. Aviso a los compañeros y aceleramos para pasarlos y dejarlos atrás,
cosa que logramos. Sin embargo, ya llegando al Paraíso, el personal se relaja,
lo que hace que de nuevo nos alcancen a la altura del camping La Bota. El
primero que nos adelanta se queda mirando nuestros dorsales, lo que me confirma
que se trata de un equipo de cuatro (de Utrera).
A
partir de allí, aunque alguno iba ya un poco “tostado”, mis compañeros se portan
como valientes y volvemos a pillar a los de Utrera a la altura de la
depuradora, marchando con ellos por los pinares de Punta Umbría a ritmo
desenfrenado. Momento para la estrategia. Le indico por señas a Ernesto que se
pegue a la rueda del último para disputarle el “sprint”, mientras que yo,
consciente de la pésima aceleración de mi motor diésel pero con buenas piernas
a esas alturas, lanzo un ataque de lejos y me marcho por delante, entrando solo
en el estadio y quitándome del follón que se pudiese liar.
Por
lo visto, mis compañeros lograron entrar por delante del último de ellos, pero
no nos sirvió de nada ya que Ale se volvió sin que le verificaran el dorsal
para ver si le había pasado algo a un amiguete que se había caído, ya dentro
del estadio, al tocarse con el manillar de Francis. Cuando conseguimos que Ale
volviese hasta meta ya habían pasado casi dos minutos y ese fue el tiempo que
nos asignaron. Total, entre ser los 10º o los 11º tampoco hay gran diferencia.
Eso sí, con los líos de la estrategia, el "sprint" y las leches no pudimos hacernos la foto esa tan "gonita" entrando todos de la manita en meta. Tampoco pude dedicar la llegada a alguien que tuve en la cabeza durante toda la prueba.
Eso sí, con los líos de la estrategia, el "sprint" y las leches no pudimos hacernos la foto esa tan "gonita" entrando todos de la manita en meta. Tampoco pude dedicar la llegada a alguien que tuve en la cabeza durante toda la prueba.
En
resumen, experiencia muy gratificante la de hacer esta prueba en equipo, con
unos compañeros de lujo. Francis fue todo el tiempo sobrado, tenía piernas para
ir muy por delante. Ale dio la talla con creces a pesar de no haber disputado
previamente ningún maratón de BTT. Ernesto fue como un tiro en los terrenos de
subidas a pesar de salir de una lesión, aunque se le atragantó un poco el
terreno más rodador. No obstante, se recuperó para la disputa del final.
Es
evidente que cada uno de nosotros, por separado, hubiésemos hecho mejor tiempo,
pero se disfruta mucho de ir acompañado y recibiendo el apoyo de los compañeros,
haciendo el recorrido más ameno. Gracias a los tres, pienso que no lo hicimos
mal del todo.
Felicitaciones
a todos los compañeros y amiguetes que consiguieron superar el reto que supone
esta prueba. Me sorprendieron especialmente Benito y Moi, con sendos
carrerones. Lástima lo de nuestro Víctor, que se quedó a un puesto del pódium en
M-50.
El
año que viene, más y mejor. Y ahora a tratar de buscar motivación para los
maratones serranos, cosa que no es fácil después de superar uno de los retos más
importantes de la temporada.