domingo, 21 de agosto de 2016

¡SI ES QUE LO QUE NO PASE EN EL SUR…!

Tiempo hacía que no garabateaba nada por aquí y me da coraje hacerlo para relatar una experiencia poco agradable, pero es que “se me estaba reconcomiendo” por dentro y necesitaba contarlo.

La cuestión es que, tras un muy gratificante viaje que ha incluido una semana por los Alpes y visitas a infinidad de pueblecitos y ciudades de “La France” y durante el que nos hemos topado con gente de lo más agradable (y eso que llevaba mis reservas respecto a nuestros vecinos del norte, “lesanfansdelpatrí”), la última noche Pepa y yo hicimos una escala técnica en Zaragoza. Estuvimos viendo algo de la ciudad, aunque, como diría uno que yo me sé, hacía más calor que en la romería de Uganda. Por la noche, tras una reparadora ducha, enfilamos nuestros pasos hacia la zona de El Tubo, famosa por sus barecillos de tapeo.

Allí estuvimos mariposeando de bar en bar, probando las especialidades de cada uno con desigual fortuna hasta que decidimos echar “la espuela” en uno que, en principio, no tenía mala pinta. No recuerdo su nombre ahora mismo. Pedimos un par de birras y algo de picar y nos sentamos a poca distancia de la barra. Desde ella, uno de los camareros (ignoro si propietario) estaba impartiendo una clase magistral de obviedades relacionadas con el vino y otros asuntos a una parroquia integrada por un grupo de turistas pijos que reían sus gracietas y abrían sus bocas con asombro ante las sorprendentes revelaciones del oficiante. Aseveraciones de tanto calado como que “la palabra salario viene de sal…”. Vamos, de “Honoris Causa”. Como mínimo.


La cuestión es que el tipo, supongo que crecidito por el entusiasmo que suscitaba entre sus discípulos y sin venir mucho a cuento, derivó su discurso hacia una de las cosas que más gracia hace a los pijos de ciertas partes de este país: hacer bromas cargadas de chispa acerca de los andaluces y su atávico subdesarrollo.

Expongo un breve resumen, no literal (tampoco era como para grabarlo), de las perlas que desgranó el individuo, mientras Pepa y yo poníamos cada vez más cara de asombro e indignación:

-       - En Sevilla, ciudad que conocía bien porque solía visitarla, el 90% de los bares estarían cerrados si se aplicasen las normas de sanidad de su tierra.
-      -  Pues había visto por allí hasta sitios en los que en lugar de servilletas se usaba papel higiénico. Seguro, afirmaba, que utilizaban el mismo rollo para una cosa y para la otra.
-       - Si es que hasta se había encontrado en un local en cuyos baños, al sentarte en la taza se accionaba con el culo el secador de manos.
-       - Y en muchos lugares ¡cuelgan los jamones del techo sobre las cabezas de las personas! Que por mucho que les pongan los cacharritos esos (por lo visto su vasto léxico no alcanzaba hasta la palabra chorrera), la grasa acababa manchando.

Toda esta sarta de lindezas, y otras que no recuerdo, eran correspondidas con carcajadas por el grupo de turistas pijos, muy partidarios ellos de las sesudas tesis del santón que, para rematar su discurso, dejando el listón en todo lo alto, a modo de culminante pase de pecho, espetó con tono despectivo un concluyente: “¡Si es que lo que no pase en el sur…!”. Se desencadenó el paroxismo entre los pijos: ¡ahí le has dado! ¡genial! ¡ja, ja, ja! En fin, un no parar de reír y de reír.

Ante tal situación, tirando de mi más exagerada y grotesca imitación del acento “sevillita” me levante y  pedí al figura “la cuentesita, miarma”. El interfecto me dijo que, con ese acento yo era de Cádiz, fijo. Si ya os digo yo que de luces… lo justito. En fin, que le pagué de mala gana y me despedí con un “hasta nunca”, no sin antes hacerle ver que la mierda de pincho que había tomado me la habían servido con las manos, por si quería comentárselo a sanidad, o algo.

Al margen de que esto sea una mera anécdota sin mayor importancia, lo que jode es que a día de hoy siga existiendo esa percepción de una Andalucía atrasada, subdesarrollada, chapucera, de pandereta. Y no digo que no haya algo de trasfondo que pueda dar pie a esas opiniones, pero no pienso que sea esa, ni con mucho, la generalidad. Más bien la cosa puede obedecer a la utilización malintencionada por parte de algunos (cierto “Molt Honorable” se me viene a la cabeza hablando de niños sevillanos a los que no se entiende al hablar) de una serie de tópicos rancios, desfasados e inciertos.

“Lo que pasa en el sur” no es nada muy diferente de los que sucede en otros lugares.  “Lo que pasa en el sur” es que mucha gente se mata a trabajar por un sueldo rozando lo miserable. “Lo que pasa en el sur” es que otros muchos, contando con una formación envidiable, ni siquiera pueden acceder a esos sueldos miserables y tienen que marcharse a otras tierras a buscarse la vida. “Lo que pasa en el sur“ es que muchos estamos hartos de la prepotencia y de las miradas por encima del hombro de algunos que ni se han preocupado en escarbar un poco debajo de los tópicos.




Por otra parte, también “pasa en el sur” que cuenta con un sector hostelero que en calidad, variedad, trato al cliente y, por qué no decirlo, precios razonables, da varias vueltas al de muchas otras zonas. Lo que no es probable es que pidas un vaso de agua y te lo sirvan a una temperatura a la que podrías desinfectar biberones. Igual se me pasó especificar que la quería para beber, no para lavarme los pies.

De hecho, en el caso concreto de Sevilla, para mi gusto, se ha producido una pérdida de cierto sabor añejo en aras de la asepsia y la pulcritud, haciendo que lo que antes eran locales y negocios tradicionales y con esencia se hayan convertido en algo similar a franquicias un poco impersonales que lo mismo podrías encontrarte en La Alfalfa que en el Barrio de las Letras, “por un poner”.

En fin, que lo único que saqué en limpio del discurso que el tipo aquel estaba largando desde su púlpito, fue aprender (de verdad, no lo sabía) que los apellidos que se forman anteponiendo una “D” a otro existente se aplicaban históricamente a los hijos ilegítimos bastardos. ¡Anda! me acaba de venir a la memoria… Dalmau se llamaba el sitio.



P.D.1: No quiero que esto se interprete, ni mucho menos, como una crítica a los maños. Entiendo que me topé con el gilipollas de guardia y punto.


P.D.2: Amiguetes hispalenses, no os confundáis. Aunque me hiciese pasar por uno de vosotros en esta situación, no lo olvidéis: antes portugués que sevillano.


lunes, 22 de febrero de 2016

VUELTA AL TAJO


Bueno, pues por aquí seguimos. Tras lo que contaba en mi última entrada, entre unas cosas y otras no había conseguido reunir las ganas necesarias para colgarme un dorsal durante todo lo que quedaba de 2015, decidiendo hacer de él un año totalmente sabático en lo que respecta a competiciones.

Pero con la llegada del nuevo año toca retomar las buenas costumbres y arrojarse a la arena para defender los colores de nuestro insigne club, ESLABÓN PERDIDO. Han sido quince meses sin aparecer por ninguna prueba y ya apetecía volver a vivir ese ambientillo y reencontrarme con caras conocidas.

La primera cita del año ha sido en Almonte con su Maratón BTT Doñana Natural, un recorrido sin más complicaciones que las que provoca la presencia de innumerables zonas de arena pero que con las lluvias de las últimas semanas no presentaba excesivas dificultades. Además tenía largas zonas de senderos revirados muy entretenidas.

Con ilusiones renovadas y bici nueva (bueno, de segunda pata, pero como si fuese nueva) me planto en Almonte el domingo con lo que yo pensaba que era muchísima antelación. Pues un mojón “pamí”: caos total en la entrega de dorsales y me pego casi una hora de cola. No sé si el tema es achacable a la organización almonteña o a la pijotería federativa, pero no es de recibo poner una única mesa de entrega de dorsales para 700 participantes. Bueno, a partir de cierto momento se montó una segunda mesa para ¡LOS APELLIDOS DE LA “R” EN ADELANTE! Llegué a plantearme si el Juzgado de Paz estaría abierto para tramitar un cambio de apellido. Probablemente hubiera sido más rápido que esperar toda la cola.

En fin, que totalmente estresado me metí en el fondo del cajón de salida después de las 9:30 (hora teórica de salida) tratando de bajar pulsaciones antes de la partida.

Tramo neutralizado relativamente tranquilo y salida en estampida por buenos caminos en los que pude ir remontando posiciones sin muchas apreturas. Andaría por la mitad del pelotón, pasado el km 5 cuando en una curva de 90º casi me voy al suelo al “flanearme” la rueda trasera. Miro para abajo y compruebo mis sospechas: voy sin aire.

A partir de aquí todo fue un cúmulo de despropósitos: intento inflar a ver si el moco tapona y nada (creo que el problema era de la válvula), me pongo las gafas “del cerca”, lío la de Dios para desmontar las ruedas esas tan modernas que van con llave “allen”, las paso putas para meter la cámara, que era de 26”, en la llanta de 29”, me pongo perdido de moco (que no veas cómo se agarra a los pelos de las patas cuando se seca) y, para rematar, me resulta totalmente imposible meter la cubierta en la llanta con el único desmontable que llevaba.




A todo esto ya había pasado la totalidad de los participantes y, un buen rato después, llegaron dos ciclistas de la organización que iban cerrando carrera. Fueron mis ángeles de la guardia ya que, con su ayuda, pude meter la cubierta y reemprender la marcha. Muchas gracias, os debo el haber podido continuar en carrera.

Eso sí, iba ultimísimo, a varios minutos del penúltimo y, para colmo, me despisté en un cruce antes de llegar a la carretera de Cabezudos. Los que cerraban carrera me dicen que continúe por carretera hasta retomar el camino pero yo, cabezón, me di la vuelta para hacer el recorrido correcto.

A partir de entonces, ritmo de trotón y a tratar de recuperar puestos. Casi 10 km hice en solitario hasta que empecé a rebasar a algunos rezagados. Una relativa ventaja fue que los tramos de senderos hacia el Rocío los hice bastante sólo, sin verme muy bloqueado. Además, la gente me cedía el paso con amabilidad aunque para adelantar me tuve que tirar al monte en más de una ocasión.





Así seguía, de adelantamiento en adelantamiento y pensando para mis adentros cuándo empezaría a rebasar a gente que no fuese vestida del Decathlón ¡Si hasta adelanté a uno que llevaba una bici con transportín!

En fin, poco más puedo contar de la carrera, salvo que llegué con las lámparas de los intermitentes fundidas de tanto adelantamiento y que tuve que hacer la segunda zona de senderos saliéndome continuamente de la trazada para poder progresar. Las sensaciones eran buenas, dejando atrás a todo el que me iba encontrando sin un excesivo esfuerzo, pero claro, yendo en esa zona del pelotón esto puede ser engañoso.

Llego hasta meta tratando de exprimirme al máximo y allí me encuentro a los compañeros Benito, Antonio, Jabiker y Paco esperando al que en esta ocasión ha sido “el último mono”. Por cierto, Paco se comió una buena galleta que le provocó un corte en la nariz y un buen golpe en la rodilla. Tuvo que ir al Centro de Salud, espero que no fuese nada importante, amiguete.

En fin, a pesar de estas tribulaciones he de decir me siento muy contento de haber vuelto a meterme en un fregado de estos. Hace un año, la mayor actividad física que podía desarrollar era andar del sofá a la cama sujetándome en las paredes y no daba un duro por poder volver a montar en una bici ni para dar un paseo y ayer me pegué 80 km de BTT a un ritmo decente ¿Qué más puedo pedir?

Bueno, nos vemos en la próxima, que para mí será Aljaraque o Cartaya (a Bollullos no puedo ir, me pilla de viaje).


P.D.: por favor, que nadie se me ofenda por lo de la ropa del Decathlón, sólo es un comentario chorra y yo también utilizo alguna que otra de sus prendas.