martes, 29 de noviembre de 2011

MIS PRIMEROS PASOS


Esta historieta es de hace pocas fechas. Tras una larga temporada de BTT me he animado a volver a correr un poco a pie y aquí cuento, con alguna exageración, lo que me sucedió comprando unas zapatillas. 



Pues ea, otro que sale del armario.

En parte para descansar un poco de bici y en parte por recoger el guante que alguno me ha lanzado (¡si es que últimamente a la gente parece que se le caen los guantes y me los encuentro yo todos, coño!) aparezco por este mundillo reservado para corredores livianos como plumas, de piernas estilizadas y pisada etérea… vamos, que estoy como Rouco Varela en un “after hour”.

La cosa es que si quería correr un poco más a menudo necesitaba unas zapatillas nuevas, que las que estaba usando me hacían ver las estrellas y otras anteriores, más cómodas, estaban ya listas de papeles.

Así, ni corto ni perezoso, me dirigí a una tienda especializada de Sevilla City con la intención de calzarme como Dios manda para patear a gustito. En la tienda, tras saludar al amable dependiente la cosa fue más o menos así:

-Bueno, ¿y qué deseaba?

-Unas zapatillas para correr - le contesté.

-¿Cuál es su peso?

“Ya empezamos a tocar los …” –Ochentaitantos - respondí evasivamente.

-¿Pero tantos pocos o tantos muchos?

-Tantos bastantes- dije, empezando a mosquearme.

-¿Y qué tipo de pisada tiene usted?

-¿Mandeee?

-Sí, que si es pronador, neutro o supinador.

-¿Puedo pedir el comodín de la llamada? “Pues sí que se está poniendo esto complicado”

-Bueno, no se preocupe, descálcese, quítese los calcetines y arremánguese los pantalones.

Obedecí al amable dependiente que, acto seguido, me colocó con los pies en paralelo, los brazos para adelante y agachado, no sé si mirando para la Meca. La postura era, más o menos, como la de un esquiador de descenso. 

En esa indecorosa actitud estaba cuando se me colocó detrás y, tras mirarme detenidamente, afirmó:

-¡Vaya pedazo de calcáneo!

Menos mal que rápidamente me aclaró que eso del calcáneo era el talón, que si no me vuelvo y le arrimo un par de hostias, así, sin más.

Después de mirar y remirar, afirmó gravemente:

-Es usted neutro.

-Pues mire usted que bien, de las tres opciones es la más fácil de pronunciar.

-¿Y qué número calza?

-El cuarentaidós- contesté, conteniéndome la bordería.

-Ni de coña- dijo tras mirarme el pie –lo suyo es un cuarentaicuatro.

-“Po güeno, po fale”.

Total, que tras mostrarme toda una colección de zapatillas a cual con más colorines y todas ellas caríiiisimas (la verdad es que tienen una variedad tremenda) salí de allí con unas Asics enormes con los colores corporativos franciscanos y unos cuantos euros de menos.

Anoche salí a corretear con ellas y la verdad es que son comodísimas y con una amortiguación tremenda, sobre todo en la zona del talón (a veces tengo problemas con ellos). Lo único raro es que las noto enormes (el chaval me juró por sus chiquillos que ese era mi número), me da la sensación de que voy corriendo por dentro de la zapatilla.

Bueno, que de momento me dedicaré a esto en solitario, pero si logro coger algo de ritmo ya quedaré con alguno de vosotros para echar un rato.





jueves, 24 de noviembre de 2011

EL DÍA DEL PERRITO

Comienzo recordando la aventurita de un día, allá por abril de 2.008, en que anduve jugueteando con un perrito por la Sierra de Huelva. Todavía guardo su recuerdo.




Esta mañana, aprovechando que no curraba por la Feria de Sevilla, me he metido un buen "rutón" con la “flaca” por nuestra Sierra y el sur de Badajoz, con 108 km que incluían, entre otras, las ascensiones a la Sª del Viento y a Tentudía.

Quiero compartir con vosotros la “aventurita” que he vivido nada más comenzar la ruta, bajando la cuesta que lleva hasta Hinojales.



Iba yo en mis cosas cuando me encuentro con un rebaño de cabras en mitad de la carretera, acompañadas de su correspondiente pastor que estaba charlando con otro lugareño. De repente veo que una de las cabritas corre hacia mí en lugar de asustarse, saliéndome al encuentro. Pero cuando se acerca compruebo que no tiene cuernos, ni pezuñas unguladas, ni ubres repletas de leche y que viene diciendo ¡GUAU, GUAU!. ¡Tate!, me digo, pero si eso no es una cabra, es un cabrón. Qué digo cabrón, un cabronazo de mastín, cárdeno, “colmifino”, “bragao” y meano que no habría desayunado y me confundió con un “Whopper” con queso del que se disponía a dar buena cuenta.


En ese momento dudo si pararme o seguir, intentando esquivarlo, pero lo de parar e intentar razonar con el can no lo vi del todo claro, se le veía muy “estresao”. Así que, aflojando la marcha, intenté pasar junto a él sin incomodarlo, pero cuando estoy a su altura me mete un viaje que casi me tira de la bici. Ante tales intenciones por parte del “cachoperro” aprieto todo lo que puedo (era cuesta abajo) pero, en ese momento, veo algo que empeora la situación: un segundo perro, este más pequeño, pero con más pinta de hijoputa, si cabe, me sale al encuentro, lo que me hace dudar. Ese momento lo aprovecha mi primer amigo para tirarme una primera dentellada en el gemelo izquierdo con todo éxito.


Me pongo a tope, con los dos perros detrás de mí, uno a cada lado y el mastín me arrea un segundo bocado en el mismo gemelo. Menos mal que le debió parecer una presa demasiado correosa y no siguió masticando. Seguí apretando todo cuanto podía, con el gemelo quemándome, pero los dos cánidos resultaron ser buenos “sprinters” y casi me tiran de la bici antes de que pudiera dejarlos atrás.


Cuando por fin los despego, a la entrada de Hinojales, paro, me miro el gemelo (dos bocados monísimos), me lavo y regreso andando hacia el lugar de los hechos, con más miedo que once viejas. No pretendía otra cosa que decirle al pastor cuatro cosas y preguntarle si aquella mala bestia estaba vacunada. Conforme subía, veía al pastor a lo lejos y, más cerca, al mastín. Yo me lo imaginaba encendiendo el horno, cortando zanahorias y preparando un limón para metérmelo por el culo, para dar buen sabor, vamos. Al final el pastor atendió a mis voces y se acercó. Me dio cosa meterle la bulla, pues se trataba de un pobre hombre, mayor y con cara de asustado. Al menos me dijo que “aquello” estaba vacunado, y que tenía “papeles” (supongo que estará federado con alguna ganadería como Miura, Victorino o similar).


Tras eso he completado la ruta (preciosa y durísima) y he ido a que me miren las heridas. Me han curado y me han pronosticado un bonito hematoma. Espero que no sea mucho y que no se infecten las heridas. Ya hay mucha gente en el post de los “tullidos” para que entre uno más.