Mucho tiempo llevaba sin dejarme caer por aquí. Hasta me temía que me hubiesen cerrado el chiringuito por falta de uso. Pero pienso que la ocasión merece que le eche un ratito a las teclas con motivo de mi participación en la HUEX, así que trataré de relataros mis "vivensias".
A ver… ¿por donde empezamos? Pues vamos con los antecedentes. Tras la última edición celebrada de la Huelva Extrema, allá por 2019, no había “rascado dorsal” más que en el maratón de Almonte de 2020. Cuestión de pandemias, falta de motivación y circunstancias que ahora paso a contaros, me habían alejado del jueguecito de las carreras. No es que hubiese abandonado la bici, pero mi estado de forma había decaído cual credibilidad de emérito.
En esas andaba cuando en julio del pasado verano me detectan en la patata una fibrilación auricular que me provoca arritmia y, como consecuencia, una situación de cansancio extremo. La falta de fuerzas era tal que, para subir a un tercer piso, tenía que pararme a reposar en cada descansillo de las escaleras.
Tras pasar una tarde totalmente acojonado en observación de Urgencias, medicación al canto, seguida de una cardioversión: aquello de pararte un momentito el corazón y volverlo a poner en marcha para ver si arranca bien (vamos, un reinicio del sistema en toda regla).
Mi estado físico en esos momentos me daba para paseítos andando, sentándome a descansar cada 400-500 metros. Para que os hagáis una idea de cómo me sentía os puedo comentar que un día, sentado en un banco en uno de esos descansos durante un paseo, vi a Perico Rodri (sí, nuestro ínclito exalcalde, con más años que un bosque) andando con unos bastones de “trekin” y me dio verdadera envidia ver el ritmo que llevaba, inalcanzable para mí en esos momentos. Os doy mi palabra de que esto no es ninguna exageración ni lo cuento para hacer una gracieta: es lo que sentí en ese momento.
Este señor (con más años) llegó a ser mi referente deportivo. |
Para colmo, la cardióloga me quitó el café y el alcohol 😭 y me recomendó que perdiera peso. Así que, obediente que es uno, me puse a ello.
La arritmia desapareció tras la cardioversión (veremos hasta cuando) y poco a poco fui recuperando cierta forma que me empezó a permitir dar pequeños paseos en bici que, con el tiempo, se fueron transformando en salidas un poco más decentes hasta que, a finales de 2021, nuevo parón: operación de hernia inguinal con alguna complicación y curas dolorosas. Total, que entre unas cosas y otras me planto a finales de enero sin haber pedaleado medio en serio desde muchos meses atrás y en un estado de forma absolutamente lamentable. A cambio, la báscula iba bajando a buen ritmo y me sentía con ganas de pedales.
La cicatriz de la hernia dejó de darme por saco y las sucesivas revisiones de la patata iban arrojando buenos resultados, reduciéndome la medicación progresivamente (ahora ya solo tomo media pastilla al día para evitar subidas de pulsaciones) y permitiéndome la actividad física.
Por las fechas (días cortos y fríos) empecé con el rodillo, alternando con alguna salida en solitario los fines de semana y no fue hasta principios de marzo que me atreví a una primera salida con la gorda en compañía. No me encontré mal del todo, lo que me animó a inscribirme a algo, con el planteamiento de hacerlo en plan paseo. Dado que prácticamente han desaparecido los maratones del calendario onubense de BTT y que me quedé sin dorsal para Aznalcóllar, opté por inscribirme a la media maratón de Villablanca, una modalidad que no había probado nunca y que, en principio, no me atrae en absoluto: demasiado cortas y explosivas para mí.
La cosa es que no se me dio mal por Villablanca, lo que me hizo apuntarme también a la media de Villarrasa y, bendita inconsciencia, pagar la inscripción de la HUEX, animado por mis compañeros Galaicco y Chinasky que también se habían inscrito. Si alguien me dice dos meses antes que iba a hacer una gilipollez de tal calibre, lo hubiese mandado al carajo. Eso sí, por autoengañarme, pagué el seguro de devolución por si, en un arrebato de cordura, decidía renunciar.
En Villarrasa tampoco me encontré mal del todo y, poco a poco, iba haciendo cositas más serias, con algunas rutas por terrenos escarpados, incluyendo un “reconocimiento” de la zona del Granado-Sanlúcar de la HUEX. También he retomado lo de correr a pata, al menos un día a la semana ¿Tendremos versión jotaduatleta 2.0 en un futuro? Ahí lo dejo, permanezcan atentos a sus pantallas, escucharé ofertas de patrocinadores...
Total que, entre unas cosas y otras, se me pasa el plazo de devolución de la inscripción (mentira cochina, no me planteé en serio la renuncia en ningún momento) y me planto a pocos días de la HUEX en lo que me parecía un estado de forma aceptable pero con muchas dudas en lo relativo al fondo, sin haber metido casi ninguna tirada larga, salvo una, siete días antes de la prueba, de algo menos de 5 h y media. Mis “compis” Galaicco y Chinasky, con la cabeza mejor amueblada que yo, ya habían desestimado su participación.
Eso sí, fino estoy como las chanclas de Falete. Por el camino se han quedado más de 25 kg. Para que os hagáis una idea gráfica: es como si las anteriores ediciones de la Extrema (o cualquier otra prueba) las hubiese hecho acarreando una bombona de butano, de las naranjas y llena. Lo malo es que, ahora que he perdido ese tonelaje me sobra pellejo por todas partes ¿Alguien me puede recomendar una dieta para perder pellejo?
Más o menos así hice la Extrema 2019 |
Antes y después de desprenderme de la bombona. |
Bueno, pues al final, ahí estaba, embarcado con cierta ilusión y con todas las incertidumbres del mundo en la aventura de una nueva HUEX, según muchos, más dura que las anteriores. Para colmo, el viernes pasado mi mujer, con quien tenía planteada toda la logística pre y post carrera, dio positivo en COVID. Yo no tenía (ni he tenido después) ningún síntoma así que decidimos seguir con el plan. Eso sí, vidas lo más separadas posible en casa y en el coche con ventanas abiertas y FFP2.
¡Joder, la castaña que he largado y todavía no me he montado en la bici!
En fin, que tras todas estas vicisitudes (¿o “visicitudes”? ¿o “visisitdes”?) me encuentro el sábado en la salida de Cortegana con los amiguetes Domi, Marios (Cerdán y Gª Molina), Benito, Víctor, Pedro... con ganas de echar un buen día de campo por la provincia.
Salida desde el fondo del cajón de individuales para empezar subiendo con tranquilidad al castillo de Cortegana y, a continuación tramo de bajadas empedradas muy rápidas en las que voy totalmente cruzado. La bici me va pegando botes como una loca y tengo que ir con mucha precaución para que no me descabalgue. Vamos, lo normal cuando haces bajadas de ese tipo sin acordarte de desbloquear la horquilla: el que es paquete lo es hasta las últimas consecuencias.
Subiendo hacia Aroche y, posteriormente hacia El Mustio, voy alcanzando y soltando a conocidos: Mario Cerdán, Benito, Varela’s Brothers, Luis Burropeco, Trufero... Me siento muy suelto y el cuerpo me pide apretar, aunque trato de no hacerlo a lo loco. Tras el avituallamiento de El Centinela me habla por detrás Mario (Gª Molina) ¿Pero éste que hace aquí, si está más fuerte que el televisor de un geriátrico? Se había parado en el avituallamiento y, a partir de allí, hicimos un tramo juntos.
En las subidas previas a Santa Bárbara decido seguir a mi ritmo y Mario levanta un poco el pie. En esos momentos iba planteándome si no llevaría un ritmo demasiado alegre en los ascensos y que, más tarde o más temprano, explotaría como el Challenger (¿entenderán esto los Sub-23? ¿y los élite? ¿quizás los M-30?). Pero decidí disfrutar de mis minutos de gloria y lo que tuviese que pasar después, ya pasaría. Además, sin decir que fuese silbando, mis sensaciones no eran de ir excesivamente exigido (tampoco la pastilla me deja subir de vueltas el motor).
El "peo" del transbordador espacial Challenger, allá por 1986. |
En Santa Bárbara recibo los ánimos de Pepa (mi mujer), pero no tengo la educación de parar a saludarla. Sigo hasta Paymogo, coincidiendo mucho tramo con uno de los de “gravel” y una pareja marbellí, y allí hago mi primera parada en “boxes”.
Sigo a un ritmo aceptable, pillando y soltando a algunos corredores por los parajes de la Presa del Andévalo y Mina La Isabel (se me hizo pesado el tramo de asfalto). Más adelante, hago como buenamente puedo (algún pateo cayó) la zona técnica antes de El Granado, donde vuelvo a repostar.
Nuevo pequeño pateo en el cuestón tras el primer paso de la Rivera de La Rochona y a disfrutar en la bajada algo técnica buscando el Guadiana. En los tramos del Camino Natural del Guadiana previos y posteriores a Sanlúcar me vino muy bien haberlos reconocido con anterioridad. Ya llevaba el “cuerpo hecho” a tener que patear en varias zonas y no me desesperé. Además, aproveché para refrescar la cabeza en alguno de los pasos de agua.
Breve repostaje en Sanlúcar y a por el segundo tramo del Camino Natural, seguido de los dos cuestones, anterior y posterior a la Rivera Grande, que hice con bastante dignidad. Por cierto, mis agradecimientos al que estaba en el vadeo de la rivera duchando con una botella de agua a los que pasábamos ¡gloria bendita con la “calufa” que empezaba a caer por aquellos parajes a esa hora!
Pequeña parada para evacuar líquidos y a continuación, calor de verdad subiendo hacia San Silvestre, aunque el cuerpo seguía respondiendo y la (poca) gente que seguía pillando cada vez llevaba peores caras. Nueva parada en San Silvestre donde, además de repostar líquidos y comer algo, Francis me lubrica la transmisión y me da ánimos. Gracias, amiguete. Tras San Silvestre, por si no fuese suficiente con la calor, se suma a la fiesta un nuevo invitado: viento en contra. Pues nada, toca agachar el lomo.
Después vino un tramo de repechos cortos y duros que se me hizo un poco bola, para encarar a continuación la pista hacia Costa Esuri, donde también repuse líquidos y la última patada en el pecho en forma de repecho con firme asfaltado (¿Casa de La Botica?). Al coronarlo deleité con un caballito a la afición allí congregada. Porque, levantar la rueda delantera 5 cm durante unas décimas de segundo, se puede considerar caballito ¿no?
Última subida tendida tras cruzar la autopista y a disfrutar como un niño chico hasta meta, aunque la felicidad no pudo ser completa: mi cardióloga me impidió empujarme unas birras como Dios manda (más de nueve meses van sin catarla) y la mierda del COVID plantarle un beso a Pepa, dos cosas que deseaba esos momentos con todas mis (pocas) fuerzas.
Nada más cruzar la línea de meta con un tiempo de 9h 50 min, completamente inesperado para mí, el “superespíquer” Artefacto me planta un micrófono en los morros ante el que farfullo algunas frases, supongo que inconexas. No estaba la cabeza con la lucidez necesaria para largar un discurso medianamente coherente, pero recuerdo que agradecí sus esfuerzos a organizadores, voluntarios, etc. y perdí la oportunidad de expresar mi gratitud hacia quien más ha contribuido a que, con los antecedentes que os he contado arriba, haya podido disfrutar de esta edición de la HUEX. Lo hago ahora, que se me dan mejor las cosas por escrito que ante un micro: ¡GRACIAS, PEPA!
Al poco de llegar, me comenta Pepa que he hecho cuarto en mi categoría (individual M-50) y, al rato, me llama Francis felicitándome porque soy el 50º de la general individual. En ese momento pienso: “¡ya la han liado parda los del cronometraje! Bueno, ya corregirán los errores cuando salgan las clasificaciones definitivas”. La cosa es que, a día de hoy (lunes por la noche) sigo apareciendo en esas posiciones, con lo que empiezo a creerme que puede haber algo de cierto en ellas.
En las competiciones deportivas se suele decir que el 4º puesto supone conseguir la “medalla de chocolate”. Pues asumiré que ha sido así, pero se trata de un chocolate exquisito, que me ha sabido a gloria y que, a día de hoy, sigo paladeando. Ni en mis mejores sueños podía imaginar hace tan solo cuatro meses que iba a poder siquiera empezar esta edición de la HUEX. Lo de acabarla con el mejor resultado de todas mis participaciones (todas las celebradas menos una)… pues eso, que aún no me lo creo del todo.
Mi medalla. |
En fin, una Extrema más en el zurrón, disfrutada a tope. Mis agradecimientos a la organización por sacar adelante de manera brillante este gran evento, que espero que siga consolidándose en el futuro tras el parón pandémico y los problemas a los que se han enfrentado. Gracias también a la gente de los municipios por los que discurrió la prueba por volcarse con ella y a los voluntarios por su dedicación. En este sentido, aluciné con el amiguete Andrade: no lo puedo asegurar al 100%, pero creo recordar que me atendió en las mesas de ¡CINCO DE LOS AVITUALLAMIENTOS EN LOS QUE PARÉ! (y después lo vi también en meta) ¿tiene un hermano gemelo? Demostrando que no solo es un “crack” dando pedales, sino también a la hora de echar una mano.
Bueno, nos vemos en algún otro follón, que ahora estoy con ganas.
P.D. 1: ¡Pufff! Vaya tocho. Se me ha hecho casi más duro escribir este mamotreto que acabar la HUEX. Voy a comerme una barrita.
P.D. 2: sigo entrando de vez en cuando en la página de las clasificaciones para ver si las han corregido de una vez por todas y me ponen en mi sitio.
P.D. 3: ¿Tendré que cambiar el nombre del “blog” por “El blog del escalador”?