Corría el año 2.001 cuando tuve
conocimiento de que en Almonaster la Real, precioso pueblo serrano, se había
celebrado una prueba ciclista consistente en ascender al alto de San Cristóbal
desde la aldea de La Escalada, unos 10 km en total. Yo conocía la subida de
haberla hecho en coche pero ni me planteaba por aquel entonces afrontarla en
bici: aquello era sencillamente demasiado para una bola de sebo que superaba
holgadamente las tres cifras en báscula y que, aunque llevaba muchos años
montando en flaca, la tenía bastante dejada de lado en los últimos tiempos. Esa
primera edición me la había perdido pero se me quedó ahí dentro un gusanillo…
Supongo que sería en verano de ese mismo
año cuando, en una de mis rutas serranas partiendo desde Galaroza, pasé por el
cruce que conduce al alto y sentí la llamada de la cumbre. Me lié la manta a la
cabeza y ahí tenéis al Jota: “cientoypico kilazos” sobre una Orbea Kronos de
“jierro fundío” con pedales de rastrales y pertrechada con cambios (8
velocidades, de fricción y con manetas en el cuadro, por supuesto) cuyo
desarrollo más suave era el 39x21, gentileza de un conocido tendero onubense
hacia un globero ignorante de la vida.
Os podéis imaginar la de chepazos que di.
Las partes más duras iba haciendo un lamentable zig-zag, con lo que supongo que haría el doble de
distancia y (esto lo tengo borroso en el recuerdo) creo que algún pie a tierra
cayó. Además fue un día de calor de los de verdad ¡Con deciros que tiré el
casco en la cuneta al subir para recogerlo más tarde en el descenso! Pero hice cumbre, con un par, y a partir de
ahí mantuve un especial idilio con esta ascensión, la más emblemática de la
provincia de Huelva.
Con esta experiencia previa (no recuerdo
si subiría alguna vez más ese año) me armé de valor y me inscribí para la
segunda edición de la prueba. Por aquel entonces y hasta 2.009, la subida se
disputaba en las dos modalidades: carretera y BTT. Yo, carretero convencido y
militante, opté por la flaca y a ella me mantuve fiel hasta 2.009, última
edición que se celebró en esa especialidad.
De mi especial relación con el San
Cristóbal (ascensión y prueba) os podéis hacer una idea pinchando en este
enlace.
Se trata de la página web de referencia
en altimetrías en el territorio nacional. Si picáis en “San Cristóbal” y veis
la autoría de la altimetría, fotos y descripción sale el nombre de alguien que
conozco bien.
Durante esos años fui mejorando mi estado
de forma, llegando hasta a “pillar chasca” en varias ediciones en la categoría
de M-40 carretera. Esto tampoco era demasiado difícil teniendo en cuenta que la
participación no era muy masiva y que la separación de categorías daba
bastantes opciones.
En 2.010 la carretera ya presentaba un
estado lamentable que hacía imposible el tránsito en flaca. La organización
decidió alargar la prueba hasta algo más de 20 km, llevando la salida a
Calabazares y añadiendo un buen trecho de caminos, con lo que se convertía en
una prueba de BTT. No les quedó mal la cosa y la prueba mantuvo su encanto con
el añadido de pasar por alguna que otra zona bastante atractiva.
A lo largo de todos estos años he ido
coincidiendo con ciclistas que se han convertido en clásicos de esta subida. Se
me vienen a la cabeza nombres “ilustres” como los del “Americano”, Dani
“Campillo”, Lucas, “Garnacho”, Lorenzo, los Macías… Pero también tengo recuerdos de gente
con la que he coincidido año tras año, algunos anónimos para mí y otros ya
familiares como esa panda de gamberros imprescindibles que son los “Radicales y
Libres” de Aracena. Sí, esos que en la salida entonaban cuerpo y espíritu en
una taberna a base de isotónico marca La Hormiga.
Digna de mención era la post-ruta, con su
potaje de garbanzos con gurumelos y sus carnes a la brasa regados con rubio
líquido a discreción. Y todo ello, durante mucho tiempo, por el módico precio
de 0 €.
En definitiva, un día marcado en mi
calendario como cita ineludible y que se ha venido celebrando gracias al empeño
de unas cuantas personas del Ayuntamiento de la localidad y al apoyo de animosos voluntarios.
Y este año llega la modernidad al San
Cristóbal. La prueba se ha “legalizado”, integrándose como puntuable para el
Circuito Provincial en la modalidad de “rallies”, con lo que ello implica en lo
relativo a organización, precio de inscripciones (me da en la nariz que al no
federado la cosa le ha parecido “reguleras”), arbitraje, incremento del número
de participantes… En fin, ni mejor ni peor, diferente.
Una de las novedades positivas que
acarrea la integración en el provincial es la celebración de mangas de
categorías de promoción. Pudimos ver a los enanos compitiendo por el entorno de
Calabazares antes de la salida de la prueba principal.
También se han introducido cambios en el
trazado. Algunos me han gustado mucho, como la zona durísima tras pasar la carretera
de Gil Márquez y, sobre todo, el hecho de atravesar las calles céntricas del
pueblo antes de la última subida. Había un gran ambiente de público y resultaba
agradable pasar por allí entre los ánimos de la gente. Otros cambios… pues no
los veo: eso de acabar bajando al pueblo tras coronar la ascensión no me acaba
de convencer. Vale que la bajada es bonita (también es peligrosa) y que la meta
en el centro del pueblo tiene su puntito pero… pienso que una subida como ésta
merece terminar arriba, sin más.
En cuanto a lo mío, pues nada del otro
mundo. Salida sin forzar mucho, en las primeras rampas ya veo cuáles van a ser
mis referencias (Toni Infante, “Franito”, “Pirri”, Antonio Almirón, Juan
“Fisio”…) y voy cogiendo ritmo. Por allí me pilla “Jabiker” como un cohete,
pero pronto se desinfla y vuelve al redil. Adelanto al “Pirri” en la carretera
de La Escalada y voy a pocos metros de “Franito” y Toni. La nueva zona dura,
regulando. Por allí me da alcance Antonio Almirón pero unos metros más adelante
lo vuelvo a meter en el saco.
Al pasar por el cementerio llego casi a
la altura de Toni y “Franito”, pero se me marchan en las rapidísimas bajadas
por las calles del pueblo. Subidón de moral con los ánimos del público y a por
lo duro de verdad. En las primeras rampas recibo el aliento de mi media
naranja, sobrina, hermano y cuñada: ¡si hasta había un “JOTA” escrito con ramas
en el suelo!
Subo lo duro lo mejor que puedo, manteniendo a raya al “Pirri” y viendo cerca a Candi, Toni y compañía. Me supera Mario Domínguez (Enbizi) pero le mantengo rueda sin reventar. Conociendo la subida, antes de la última curva a derechas aprieto a tope y así hago las últimas rampas, con lo que me acerco bastante los que me anteceden y abro algo de distancia por detrás.
Así, afronto la bajada cerca de Toni y
“Franito” pero ya sabía que en ese terreno se me marcharían irremediablemente.
Yo no bajé mal del todo, sólo “torpeé” en un par de pasos, pero mi ritmo era de
prudencia extrema. Como referencia os diré que Bea, a la que dejé pasar a media
bajada, me metió casi dos minutos en meta.
En uno de los “torpeos”, al poner pie a
tierra, sufro un calambre que me impide bajarme de la bici. Me quedé allí
clavado sin poder ir ni para adelante ni para atrás. Menos mal que se me pasó
pronto y pude arrancar, aunque ello propició que “Pirri” me diese alcance.
Entrada en el pueblo con él a rueda y llegada a meta esprintando, dando
espectáculo hasta el final. Conseguí entrar por delante, lo que me metió en el
“top ten” de M-40 (84º de la general, con 1:37:56).
En cuanto a amiguetes y compañeros,
formidable el “Taja”, que por fin vence esta temporada al “Mixto” gracias a una
gran ascensión (la bajada la hizo de aquella manera), 3º de Cristóbal muy
meritorio y mis compañeros de naranja… pues eso, necesitan mejorar. Lástima la
caída de Mario que, al menos, supo sobreponerse y terminar la carrera.
El vencedor fue Javi Andrade, que supera su 2º puesto del año pasado. Este chaval sube tela, como su padre, Manuel, vencedor en M-40. Lucas se impuso en M-30 y Bea en féminas. Felicidades a todos.
No se me puede olvidar mi sobrina, Marta,
cuarta en su categoría y que fue la única de los naranjas que subió al pódium
al ser la primera niña.
En fin, tras este importante ladrillo sólo
me queda felicitar y agradecer sus esfuerzos a los organizadores y aseguraros
que este que escribe, el año que viene, “Dios menguante”, volverá a peregrinar
hasta los dominios del Santo Patrón de los conductores (los ciclistas, en
cierta medida, somos conductores ¿no?).
P.D.:
pues qué queréis que os diga, yo eché de menos a los gamberros de Aracena.