Así
es, amigos, cuanto más monto en bici y más pruebas llevo en mis alforjas, más
difícil se me hace entender determinadas circunstancias relacionadas con el
rendimiento deportivo.
Os
pongo en antecedentes en lo relativo a la situación en la que afrontaba el
Maratón de Santa Ana la Real, disputado el domingo 17:
- Desde el miércoles pasado arrastro un dolor en las
costillas debido a un fuerte golpe producido por una caída ¡MIENTRAS LAVABA LA
BICI! Así de triste es la cosa. El dolor no es demasiado intenso pero me
molesta al dormir, al respirar a fondo y, sobre todo, al estornudar o toser.
Pero bueno, nada que me impida andar en bici, aunque tengo que ir con cuidadito
y respirar sólo por el pulmón izquierdo.
- De un tiempo a esta parte arrastro una buena
cantidad de kilos de más.
- El sábado tenía el cuerpo “reguleras”, con malas
sensaciones estomacales. Esto no impidió que me “reliase” de cervezas en doble
sesión: mediodía y noche. Lo más parecido a una alimentación adecuada fue
pedirme por la noche media ración de bravas, por aquello de los hidratos.
- El trazado del maratón de Santa Ana me va… pues como
a Paloma Gómez Borrero un tanga y un liguero, fatal. Subidas extremas,
trialeras, poco terreno para rodar…
- Por todo lo anterior y por mi mala trayectoria de
este año, andaba cortito de motivación. Tanto, que pese a haber sido ¡el
primero en recoger el dorsal!, me situé muy atrás en la salida, huyendo de
follones.
Pues
bien, con ese descorazonador panorama va y me sale la mejor carrera del año ¿Álguien
lo entiende? No es que le haya disputado la victoria a Roberto Heras, ni que
anduviese pegando palos para descolgar a los Macías, pero lo cierto es que me
encontré siempre con buenas sensaciones, rebasando sin muchos problemas a gente
que últimamente se me atragantaba y consiguiendo (ya hacía tiempo que no
sucedía) aparecer en la primera página de una clasificación general.
Trataré
de contar algo de la carrera pero ya os adelanto que en ésta no tengo demasiado
clara la secuencia de cómo transcurrió la cosa. Se conoce que la sangre estaba
más cerca de las patas que de la cabeza.
Lo
cierto es que, como ya he comentado, arranqué en posiciones muy retrasadas, pero
muy pronto veo que las piernas van bien y voy pasando a mucha gente sin apretarme
en exceso. Los pateos obligatorios en los repechones me los tomo con filosofía
y afronto la bajada posterior al Castaño a rueda del Conde, buena referencia en
ese terreno. Por cierto ¡qué “jartá” de polvo, chiquillo! Había momentos en que
no se veía nada y tenías que tomar las trazadas por intuición.
Al
afrontar la bajada tras pasar por Jabugo paso a José Miguel para darle un
sustito y que pensase que se iba a comer toda la trialera bloqueado por mi
culo. Sin embargo me apiadé de él y le cedí el paso cuando la cosa se puso
complicada. Yo hice esa zona bastante bien, con un solo pie a tierra en un
escalón, aunque siempre con prudencia, sin acelerarme. Supongo que las ruedas
de 29’’ ayudaron bastante. Por allí pasé al Taja, que iba pateando tras haberse
despistado en un cruce anterior (luego me volvería a adelantar en el pateo
hacia arriba antes del paso por Santa Ana).
Sin
mucha más historia sigo a buen ritmo hasta que, creo que después de
Calabazares, veo a unos metros a Quique, último de mis compañeros que marchaba
por delante (¡Aisss! ¡La ancestral lucha por ser el macho dominante de la
manada!). Lo alcanzo y se va quedando por detrás, mientras yo sigo a mi ritmo.
Una de las cosas que más me ha llamado la atención ha sido la gran cantidad de
averías que ha sufrido el personal. Cada dos por tres había alguien al lado del
camino reparando algo.
Dudas
al atravesar La Escalada (único punto en el que eché de menos alguna flecha
señalizadora) y alivio al comprobar que no se subía el “chupa-chups” que había
visto en el reconocimiento, pasando a cambio por una sendita muy entretenida.
Espectacular el paraje entre pinos y helechos en la subida anterior al último
control y después a apretar fuerte en el único tramo que permitía rodar con
fluidez. Por allí circulé con un alcoleano y con Pomares.
Mi
momento de gloria llegó en la última subida. El día que reconocí el recorrido
pateé en dos ocasiones, durante muchos metros y me pareció totalmente imposible
subirla montado. Pues bien, el domingo apreté el culo, tiré de sufrimiento y me
la comí enterita, sin rechistar y sin poner ni un pie. Para mi supuso una gran
satisfacción, además de permitirme adelantar a un montón de gente que iba
empujando la bici. Eso sí, llegué arriba exhausto, sin un gramo de fuerzas para
intentar atrapar al Taja (que había pateado toda la subida por problemas con el
cambio) y a Carmelo, panturrano de mi categoría. Por cierto, muchas gracias a
los que estabais por allí arriba animando, se agradeció vuestro apoyo.
Una
vez coronada la cuesta fue cosa de dejarse caer hasta meta y disfrutar de haber
realizado una carrera decente y, por fin, sin contratiempos. Muy contento, como
ya he dicho, por aparecer en la primera página de las clasificaciones, ya ni me
acordaba de lo que era eso.
El
maratón, sencillamente magnífico. Puede que me tire la tierra (soy medio
serrano) pero pienso que las zonas que se han atravesado son espectaculares y
la organización ha estado a gran altura, con el añadido de contar con el calor
de la gente al atravesar el pueblo. Enhorabuena a los que se han lanzado a
montar esta prueba, que espero se repita en años venideros.
En
la general se impuso un tal Roberto Heras, seguido a bastante distancia por los
hermanos Macías. Enhorabuena a mi compañero Quique por su tercer puesto en
M-50.
P.D.: ¿¡QUIÉNES COÑO ERAN LOS DE LA PELUCA “COLORÁ”,
QUE CASI ME DA UN ATAQUE AL CORAZÓN EN PLENA SUBIDA!?
Yo creo que la explicación está en la dieta de cruzcampo y bravas. Así que ya sabes para la próxima...
ResponderEliminarTu compi de curro de Aznalco...
"..y va y me sale la mejor carrera del año" ya te digo yo que no,que esta no será la mejor carrera del año.
ResponderEliminarBrujoboy.