Confío en la poca difusión que le supongo
a este “blog” para que la presente entrada no me provoque un conflicto
diplomático con los ciudadanos de la capital de las Españas. Hombre, por aquí
tenemos al amiguete Humberto, que procede de “los Madriles”, pero sé que con
él se puede arreglar cualquier malentendido mediante invitación a una Cruzcampo
fresquita.
Por si, a pesar de todo, algún otro madrileño
se asoma por aquí, que sepáis que esto no pretende más que “hacer de reir”
(hacer unas risas, creo que decís por allí).
Con el tiempo, la edad y la madurez uno
ha llegado hasta a admitir ¡toma ya talante! que al bebedizo que se envasa y
comercializa bajo la etiqueta de “Mahou” se le pueda dar la consideración de
cerveza, aunque sólo sea por el pasado panturrano de la marca (sí, Mahou tuvo una planta de
fabricación en Gibraleón de 1.904 a 1.912). Es más, la cinco estrellas de
botella hasta me gusta. Pero de ahí a asumir que los inventores de la cerveza
y, aún más, de cómo se tira una cerveza, sean los paisanos de la Cibeles, va un
abismo.
Uno no es que sea Willy Fog, pero sí que
ha tomado algo el aire por esos mundos de Dios. En todos los lugares que he
visitado he dado cuenta de alguna que otra pinta, jarra, botella, caña, litrona
o lo que se ha encartado en cada caso. Y dentro de esos destinos se encuentran
algunos de tan incuestionable tradición cervecera como Irlanda, Escocia,
Austria, República Checa o Alemania, esta última, concretamente, durante una
verbenita que organizan a principios del otoño en Munich. Oktoberfest, creo que
la llaman.
Pues bien, en ninguno de esos lugares
tienen la puñetera manía de servir la cerveza al madrileñísimo modo que os
describo:
1.- Ábrase el grifo del tirador hacia
adelante. De él saldrá un líquido amarillo absolutamente carente de gas con el
que se rellenará el vaso hasta, pizca más o menos, un centímetro del borde.
2.- Póngase la palanca en punto muerto.
Dejará de salir el amarillo líquido por un instante.
3.- Engránese la marcha atrás. Al empujar
la palanca hasta el fondo, el grifo comienza a arrojar una especie de
“poliexpan” que forma sobre el líquido amarillo una capa densa, sólida,
impenetrable, que hace imposible el acceso al, ya de por sí, poco apetecible
fluido amarillo.
4.- Sírvase al cliente poniendo cara de
“tomayapedazodecervezacomodiosmanda”.
Uno ya puede ponerse en cruz, suplicar al
camarero que no le añada el pegotón ese blanco al final, tratar de razonar,
discutir, hacer pucheritos. Nada, que no hay manera, que de tener que atacar el
vaso con martillo y cincel si quieres dar un trago, no te libra ni "Er Tato". Y
lo malo es que el camarero te mira con actitud de perdonarte la vida y de decir
“¡qué sabrá éste de cervezas, que no es capaz ni de apreciar una caña bien tirada!”.
Como legítima defensa sólo queda el
recurso de pedirse un tercio, porque lo de tratar de razonar con ellos o el
argumento de “la cerveza es para mí y me la tiras como a mí me salga de los
cojones” no lleva a ninguna parte. Comprobado. Por éstas.
Lo peor del caso es que parece que la
cosa se está extendiendo, ya están por aquí, los tenemos cerca de nuestras
casas. Hace pocas semanas, en un bar de Huelva de cuyo nombre no quiero
acordarme (pero me acuerdo, que conste), cometieron la madrileña tropelía con
la cerveza que había pedido. Al solicitar que la segunda no fuese acompañada de
la consabida capa de escayola, me respondieron con el peregrino argumento de
“es que esta cerveza se tira así”. “¡Tequiyá, bacalao!”.
En fin, compañeros. Hagámonos fuertes, no
dejemos que nos invadan. Mantengámonos firmes en las barricadas de la birra
bien tirada y no consintamos que hordas de bárbaros procedentes del norte nos
impongan sus usos y costumbres. La cerveza, fría como la mente de Esperanza
Aguirre y espuma, la que caiga al escanciar. Y punto.
Y ya si puede ser una Cruzcampo helada y en “Los
Cuartelillos”… pues que queréis que os diga… gloria bendita, oiga ¡Salud!
P.D. 1: lo de “¡una sevesita fresquita,
miarma!” ya lo trataremos en otra ocasión (¡uff, hoy estoy haciendo amigos!).
P.D. 2: no me vale que algún defensor del escayolado de la cerveza recurra a los cientos de referencias que hay en la red aplaudiendo tal práctica. Ya las he leído. Me consta que hay una campaña propagandística orquestada por alguna mano negra que tiene controlados todos los medios de comunicación.
P.D. 2: no me vale que algún defensor del escayolado de la cerveza recurra a los cientos de referencias que hay en la red aplaudiendo tal práctica. Ya las he leído. Me consta que hay una campaña propagandística orquestada por alguna mano negra que tiene controlados todos los medios de comunicación.
:D:D:D
ResponderEliminarBuenísimo, como todos!!
Por lo menos me ha hecho reir!! Y que conste que ser madrileña no quiere decir que me guste como tiran la cerveza por allí! comparto tu opinión sobre la capa de espuma, pero no sobre la marca, todavía me resisto...
ResponderEliminarSi es que no hay nada como una cerveza servida de sevillanas maneras...
ResponderEliminarPor alusiones!! :D
ResponderEliminarSabiendo de mi talante dialogante y conciliador, y de nuestra afinidad tanto el "loaltolabici" como "acodado en la barra", te has atrevido a jugar sucio en un tema sagrado. Surte has tenido que me llamo Humberto y no soy "un tal Ivan" o habría azuzado a mis ordas contra ti, ¡infiel!.
Por matizar, no se puede generalizar con la cerveza. Nosotros no. Hay tantas cervezas diferentes que si las probásemos todas (aparte de ser muyyyy felices)moriríamos antes de acabar (no sé si de cirrosis o de viejos).
En el caso que nos ocupa, para no divagar, aclaremos que UNA CAÑA y UN TANQUE no tienen absolutamente nada que ver ni en contenido ni en continente. Siempre pensé al llegar a Huelva que para compensar lo mal que tiraban la cerveza te la ponían más grande, la cerveza, y así... nos hicimos amigos y me adoptáteis ;-) ¡echa otra!
Pues a mí lo que mas me ha gustado de esta entrada han sido las fotos...
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