Me
da la impresión que esto del blog me
está volviendo un poco (o un poco más) gilipollas. Con la cosa de tener algo
sobre lo que escribir, resulta que si durante una carrera te sucede algo
inesperado, tirando a patético y que te hace perder todas las opciones de acabar
medianamente bien, vas y te pones hasta contento: ¡ya hay tema para la próxima
entrada!
Pues
tales eran mis pensamientos por los caminos de Paterna el pasado sábado después
del lamentable suceso que relato a continuación.
Los
que seáis aficionados a la fórmula uno supongo que recordaréis al que se dio en
denominar por parte de la prensa como “el mecánico de la tuerca”. Se trataba de
un operario de Renault que, siendo Fernando Alonso piloto de esa escudería,
cometió varios errores de bulto que arruinaron más de una carrera al piloto
asturiano. Como os podréis imaginar, la siempre mesurada prensa deportiva
española fue ligeramente crítica con aquel hombre: vamos, que lo pusieron a caer
de un burro, le dieron hostias hasta en el cielo de la boca.
Pues
bien, ese buen hombre a mi lado, un figura, un manitas ,una mezcla entre Mc Gyver y el
barbitas de Bricomanía. Lo mío fue, más bien, digno de alguno de estos personajes:
Me
explico. Andaría yo en torno al kilómetro 28, por la pista que hay después de
coronar la subida al Cejo. Tras realizar una buena salida y haber levantado un
poco el pie en las primeras cuestas, circulaba en un grupo “apañadete”, en
compañía de Fabio, Juan “de Ono”, mi amiguete Javi, Carlos “El Palmera” y algún
otro.
De
repente percibo síntomas inequívocos de ir pinchado. ¡Mierda!: cubiertas
nuevecitas y llantas recién “tubelizadas” para nada. Pienso: “menos mal que he
sido previsor”. Tras mi última racha de pinchazos iba bien pertrechado,
acarreando dos cámaras de repuesto, parches y lo que debía ser mi salvación: una
bombona de CO2. Confiaba en que con un chutazo rápido con la bombona,
el moco taponaría el pinchazo y en menos de un minuto estaría otra vez dando pedales
como alma que lleva el diablo.
Me
paro, tanteo la presión de la trasera y, la verdad, no la noto demasiado baja. Pero
bueno, ya que me había detenido y sólo era cosa de perforar la bombona y darle
a un botoncito pues le metí caña dejándola dura como un balón de reglamento. Siempre
habría tiempo de quitar algo de presión más tarde si era menester.
Confirmo
que no hay fugas y, satisfecho por el trabajo rápido y bien hecho, me subo a la bici,
doy un par de pedaladas y compruebo con desesperación que HABÍA GASTADO MI PRECIADA
BOMBONA DE CARBÓNICO EN HINCHAR ¡LA RUEDA
QUE NO ESTABA PINCHADA! La que estaba vacía era la delantera ¡coño, si esa no
se pincha nunca, joder!
Total,
que tras comprobar que no quedaba nada de gas en la botella y resultarme
imposible hinchar con la bomba, tocó meter cámara mientras saludaba desde el
arcén a medio pelotón. Ya sé que son cosas de las carreras y que tampoco iba yo a
disputar nada con los bichos que había por delante, pero me jodió verme
totalmente rezagado por una torpeza de ese calibre.
A
partir de ahí, hasta meta sin pena ni gloria, apretando en la medida de lo
posible para recuperar puestos pero viéndome en muchos momentos frenado en las
zonas de senderos sin poder adelantar. La
única satisfacción la experimenté a la altura de Tujena, donde alcancé a
Antonio Almirón. El miércoles le había dicho que nos veríamos en el km 70. No
pudo ser y llegué tarde (km “ochentaitantos”), pero a las citas hay que acudir
aunque sea con algo de retraso.
Tras
apretar fuerte por los llanos afronté el Pinguete tranquilamente, con la
intención de no sufrir en absoluto y saborear el ambientazo que por allí había
(como siempre un diez para el público congregado en la calle Buenavista). Pero
mire usted por dónde, un Hispabiker lanza un ataque y a mí, no sé por qué coño,
me da por saltar a su rueda tratando de pillarlo. Pero ¿a santo de qué? ¿qué
necesidad tenía yo de pegarme ese último calentón y llegar a meta echando los hígados?
Si es que no tenemos arreglo…
En
fin, una nueva “Paterna” completada. La organización, como siempre, rayando la
perfección. El recorrido, variado y entretenido, mucho mejor que en ediciones
anteriores. Y el público… pues es lo que hace diferente a esta prueba: mucha
gente en el campo disfrutando de una jornada festiva y animando a los
participantes con el colofón del estrecho pasillo humano en el Pinguete. Muchas
gracias a público y organizadores.
Mi
enhorabuena para todos los triunfadores y para los campeones provinciales (“Taja”,
Alvarito, Javi Andrade, Barneto, Paco, Manu…). También felicito a todos los que
os marcasteis esos tiempazos que dan miedo, pero quiero mencionar especialmente
a mi compañero Víctor (el M-50, no el “niño de los riscos”, que ese hizo la
corta), a Claudio (¡vaya carrerón!) y a Miguel Ángel Serrano (otro que no anda).
Lo del tal Emilio Martín, en su primer maratón de BTT… pues eso, sin palabras.
P.D.:
aprovecho también para dar la enhorabuena a Javi Macías por su gran triunfo
como triatleta en el Titán. Lo de Carlos tampoco estuvo nada mal, con el 5º
puesto ¡Felicidades a los dos!
buena carrera amigo cuartelero
ResponderEliminarespero coincidir mas maratones con tu rueda
Como ansiamos tu crónica y nunca nos defraudas.
ResponderEliminarque buen blog, felicidades a ti por amenizar de este modo las cronicas.
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