viernes, 19 de octubre de 2012

SIN NOVEDAD EN LA PALMA


No tengo mucho tiempo para escribir pero, aprovechando que esta tarde llueve, no puedo dejar de contar algo de La Palma.




Ante todo quiero agradecer a la organización sus esfuerzos por regalarnos un buen maratón, cosa que lograron con creces. Lo del polvo… pues no es culpa suya si no cae una gota de agua (bueno, esta tarde parece que sí). Mis felicitaciones a los triunfadores y palmaditas en la espalda apara aquellos que no tuvieron su día.

Mil gracias también a los fotógrafos (Charo, Óscar, Bayo, Gema...) que nos permiten tener recuerdos de las carreras y, además en este caso, ilustrar estas líneas.

En cuanto a lo mío, pues poco que contar (afortunadamente). Carrera sin sobresaltos más allá de que la cadena se me caía del plato hacia la biela cada dos por tres. Pero vamos, nada importante.

El inicio fue raro: en el km 3 ó 4, por la carretera ¡iba con amagos de calambres! Pensé que iba a sufrir un infierno pero después no se presentarían mayores problemas en ese sentido. En el tramo de la vía arranco motores y ofrezco mi rueda a mi compañero M-50 Víctor, pero declina el ofrecimiento. Quique (Alimaña) si que se pega a mi rueda hasta que oímos el típico “psss…psss…psss”, señal inequívoca de pinchazo. Supongo que él desearía que la perjudicada fuese mi rueda trasera en la misma medida que yo rezaba porque lo fuese su delantera. Esta vez salió cara (para mí) y fue el pobre Quique quien se tuvo que parar a reparar. Lo siento, amiguete.

Rampón del Cerro del Castillo poniendo un pie a tierra por un torpeo del que llevaba delante aunque después subí pedaleando el tramo más duro. Por la pista polvorienta voy a mi ritmo, recuperando posiciones poco a poco. En el bucle que se hacía por el oeste de la pista coincido con Antonio Almirón  y alguna otra cara conocida. Por allí se me engancha Ernesto (el Bocina no, el otro) que ya sería mi sombra hasta la meta. Me voy encontrando bien y subo decentemente la pista hasta El Barroyuelo. Bajada rápida hasta el Tinto y afronto con fuerzas la subida más larga del día. Por allí pasé a Álvaro Zaldívar (excompañero MKM) y, ya arriba del todo, alcancé a mi amigo Javi Baca, con quien también iría hasta La Palma.




Bajada por la pista a todo trapo, con el riesgo de no ver nada por la nube de polvo que se formaba. Allí empiezo a notar que las patas ya no iban del todo finas. Se me atragantaba cualquier repechillo. Zona de trialeras bloqueado por un Monferve al que no encontraba por dónde adelantar y a por el repechón de vuelta al Cerro del Castillo. Lo hago enterito sobre la bici, como Dios manda, aun a costa de maltratar mis ya resentidas patitas.



Tras pasar el puente de Gadea toca afrontar la última zona de repechos ¡¿por qué se hace aquello tan duro?! Allí vemos al amiguete Miguel Ángel, compañero de club (Los Guzmanes) de Javi, pinchado. Javi se detiene para ofrecerle su cámara y yo levanto un poco el pie, en parte para esperarlo y en parte porque llevaba ya las patas “aliñaitas”. Vamos, más o menos en grupo, Javi, Ernesto, un Cartayero y yo (a lo mejor alguno más, no recuerdo). El tramo de pista lo hago a relevos con Javi, a ritmo bastante “cochinero” y una última salida de cadena a pocos metros de la llegada me impidió entrar en meta como mandan los cánones, esprintando como un gilipollas por el puesto “taitantos”.

En definitiva, bastante satisfecho con mi carrera aunque sin entender muy bien por qué coño se hace tan dura esta prueba si, sobre el papel, no parece que se vaya a comer a nadie. Supongo que será por aquello de que es como las balas: el peligro no está en ellas, sino en la velocidad que llevan.

Como contaba en mi anterior entrada, casi prefiere uno que le suceda algo raro durante la carrera para tener sobre qué escribir. Si no, la cosa queda de lo más sosita, como en esta ocasión.

Nos vemos en Cartaya.
  

P.D.: y a éste ¿quién coño le llamaría al móvil? Víctor ¿para qué le coges la llamada en plena cuesta? 




martes, 2 de octubre de 2012

EL MECÁNICO DE LA TUERCA.


Me da la impresión que esto del blog me está volviendo un poco (o un poco más) gilipollas. Con la cosa de tener algo sobre lo que escribir, resulta que si durante una carrera te sucede algo inesperado, tirando a patético y que te hace perder todas las opciones de acabar medianamente bien, vas y te pones hasta contento: ¡ya hay tema para la próxima entrada!

Pues tales eran mis pensamientos por los caminos de Paterna el pasado sábado después del lamentable suceso que relato a continuación.


Los que seáis aficionados a la fórmula uno supongo que recordaréis al que se dio en denominar por parte de la prensa como “el mecánico de la tuerca”. Se trataba de un operario de Renault que, siendo Fernando Alonso piloto de esa escudería, cometió varios errores de bulto que arruinaron más de una carrera al piloto asturiano. Como os podréis imaginar, la siempre mesurada prensa deportiva española fue ligeramente crítica con aquel hombre: vamos, que lo pusieron a caer de un burro, le dieron hostias hasta en el cielo de la boca.






Pues bien, ese buen hombre a mi lado, un figura, un manitas ,una mezcla entre Mc Gyver y el barbitas de Bricomanía. Lo mío fue, más bien, digno de alguno de estos personajes:






Me explico. Andaría yo en torno al kilómetro 28, por la pista que hay después de coronar la subida al Cejo. Tras realizar una buena salida y haber levantado un poco el pie en las primeras cuestas, circulaba en un grupo “apañadete”, en compañía de Fabio, Juan “de Ono”, mi amiguete Javi, Carlos “El Palmera” y algún otro.

De repente percibo síntomas inequívocos de ir pinchado. ¡Mierda!: cubiertas nuevecitas y llantas recién “tubelizadas” para nada. Pienso: “menos mal que he sido previsor”. Tras mi última racha de pinchazos iba bien pertrechado, acarreando dos cámaras de repuesto, parches y lo que debía ser mi salvación: una bombona de CO2. Confiaba en que con un chutazo rápido con la bombona, el moco taponaría el pinchazo y en menos de un minuto estaría otra vez dando pedales como alma que lleva el diablo.

Me paro, tanteo la presión de la trasera y, la verdad, no la noto demasiado baja. Pero bueno, ya que me había detenido y sólo era cosa de perforar la bombona y darle a un botoncito pues le metí caña dejándola dura como un balón de reglamento. Siempre habría tiempo de quitar algo de presión más tarde si era menester.

Confirmo que no hay fugas y, satisfecho por el trabajo rápido y bien hecho, me subo a la bici, doy un par de pedaladas y compruebo con desesperación que HABÍA GASTADO MI PRECIADA BOMBONA DE CARBÓNICO EN HINCHAR ¡LA RUEDA QUE NO ESTABA PINCHADA! La que estaba vacía era la delantera ¡coño, si esa no se pincha nunca, joder!

Total, que tras comprobar que no quedaba nada de gas en la botella y resultarme imposible hinchar con la bomba, tocó meter cámara mientras saludaba desde el arcén a medio pelotón. Ya sé que son cosas de las carreras y que tampoco iba yo a disputar nada con los bichos que había por delante, pero me jodió verme totalmente rezagado por una torpeza de ese calibre.




A partir de ahí, hasta meta sin pena ni gloria, apretando en la medida de lo posible para recuperar puestos pero viéndome en muchos momentos frenado en las zonas de senderos sin poder adelantar. La única satisfacción la experimenté a la altura de Tujena, donde alcancé a Antonio Almirón. El miércoles le había dicho que nos veríamos en el km 70. No pudo ser y llegué tarde (km “ochentaitantos”), pero a las citas hay que acudir aunque sea con algo de retraso.

Tras apretar fuerte por los llanos afronté el Pinguete tranquilamente, con la intención de no sufrir en absoluto y saborear el ambientazo que por allí había (como siempre un diez para el público congregado en la calle Buenavista). Pero mire usted por dónde, un Hispabiker lanza un ataque y a mí, no sé por qué coño, me da por saltar a su rueda tratando de pillarlo. Pero ¿a santo de qué? ¿qué necesidad tenía yo de pegarme ese último calentón y llegar a meta echando los hígados? Si es que no tenemos arreglo…

En fin, una nueva “Paterna” completada. La organización, como siempre, rayando la perfección. El recorrido, variado y entretenido, mucho mejor que en ediciones anteriores. Y el público… pues es lo que hace diferente a esta prueba: mucha gente en el campo disfrutando de una jornada festiva y animando a los participantes con el colofón del estrecho pasillo humano en el Pinguete. Muchas gracias a público y organizadores.

Mi enhorabuena para todos los triunfadores y para los campeones provinciales (“Taja”, Alvarito, Javi Andrade, Barneto, Paco, Manu…). También felicito a todos los que os marcasteis esos tiempazos que dan miedo, pero quiero mencionar especialmente a mi compañero Víctor (el M-50, no el “niño de los riscos”, que ese hizo la corta), a Claudio (¡vaya carrerón!) y a Miguel Ángel Serrano (otro que no anda). Lo del tal Emilio Martín, en su primer maratón de BTT… pues eso, sin palabras.


P.D.: aprovecho también para dar la enhorabuena a Javi Macías por su gran triunfo como triatleta en el Titán. Lo de Carlos tampoco estuvo nada mal, con el 5º puesto ¡Felicidades a los dos!