miércoles, 18 de junio de 2014

BANDERITA, TÚ ERES ROJA...

Partamos de la base de que a servidor, eso de las banderas, le pone muy, pero que muy poquito. Bueno… casi todas…



Pero al margen de esta consideración, tengo que hacer una confesión, necesito soltarlo, me está quemando por dentro: ¡empiezo a estar hasta los mismísimos cojones de la banderita roja, amarilla y lila! ¡Ea, ya lo he dicho!

¿Pero éste no decía que era republicano? se preguntará alguno que me conozca. Pues no os quepa la menor duda: no concibo cómo, usando el raciocinio, se puede ser otra cosa. No entiendo qué esquemas mentales pueden llevar a alguien a considerase, por nacimiento, superior al resto de sus paisanos. Y menos aún entiendo a quien asume que, por nacimiento, alguien es superior a él. A estas alturas de la película.

Pero la cuestión es otra. Me da la impresión de que en este país, cuando se afirma de alguien o de algo que es republicano se da por sentada su relación con la izquierda política.

Republicano = rojo en la Guerra Civil = aquel que luchó contra Franco = de izquierdas.

Tengo la percepción de que los que en estos días enarbolan la bandera tricolor no están abogando por la instauración de una forma de estado más racional que la monarquía, en la que la soberanía resida en eso que se da en llamar “El Pueblo”. Más bien parece pretenderse una restauración, específicamente, de la Segunda República y siempre con la presunción de que estaría bajo el liderazgo de la izquierda.

Hay que tener en cuenta que la Segunda República, avanzada para sus tiempos en muchas cuestiones, sería hoy una venerable octogenaria, llena de achaques y que, durante ella, hubo un periodo de gobierno de derechas.

Aunque meramente anecdótico, resultó muy ilustrativo comprobar hace unos días cómo, en el programa del “Guayomin”, a la pregunta formulada a ciudadanos que se consideraban republicanos sobre si preferirían una monarquía con Felipe VI como rey o una república presidida por José Mª Aznar, muchos de ellos eligieron la primera de las opciones. Es evidente que no han entendido de qué va la película. Estamos mezclando “meras con churrinas”. Se trata de optar por una forma de estado, de decidir quién es aquí el que manda, si una familia descendiente de gabachos que se pasa las llaves del cortijo de padres a hijos o todos y cada uno de nosotros decidiendo quién queremos que ostente en cada momento la representación del estado.
 
Tampoco alcanzo a explicarme la inquebrantable adhesión que profesa la mayoría de las gentes de la derecha de este país hacia la institución monárquica. Ni eso ha sido siempre así históricamente ni me da la impresión (puede que errónea) de que suceda lo mismo en otros lugares de este mundo.

Pienso que no estaremos en condiciones de acceder a una forma de estado republicana estable hasta que las gentes de izquierda no rompan esa identificación entre república e izquierdas o hasta que deje de resultar raro oír a alguien afirmar: “soy de derechas y republicano”.

En cuanto a la bandera, pues eso, que me la trae al pairo ¿La rojigualda? ¿Por qué no? Aunque... ahora que lo pienso, si a la tricolor le añadimos otros tres colores, igual conseguimos ganar de una puta vez EUROVISIÓN.  






martes, 10 de junio de 2014

¡QUÉ DURO HA SIDO EL CAMINO!

Y llegó Santa Ana, último maratón del provincial BTT antes del parón veraniego.

Importante madrugón el del domingo para llegar a buena hora y sin apreturas para, al final, enterarme de que la salida sería media hora más tarde de lo que yo pensaba. Llegué el primero a la mesa de entrega de dorsales, cosa que ya me sucedió en Santa Ana hace un par de años. Se preguntarán por allí quién será el taradito ese que se da tanta prisa para recoger el dorsal si luego no anda un pimiento.

Cuando estoy preparando las cosas me doy cuenta de que, con la caraja del madrugón, no había cogido herramientas, ni cámara. Pues mire usted que bien ¡como el recorrido no tiene pedruscos! Al menos, mi compañero Ernesto me proporciona una cámara. Gracias, amiguete.

Bien tempranito me meto en el cajón y a partir de ahí, no sé si por la falta de sueño, el solecito en la cabeza… se me empiezan a nublar las entendederas. A mi alrededor veo a multitud de gente ataviada con trajes de flamenca de los más variados colores y otros vestidos de corto, junto a sus caballos metálicos y tocados con cascos de ala ancha.



Suenan cohetes y la comitiva se pone en marcha. Bonito espectáculo con las luces del alba realzando el colorido de la caravana que se dispone a afrontar un duro camino para alcanzar el destino tan anhelado tras un año de espera.

No sé si sería por cosas del sorteo del número del carro o porque mi caballo llevaba un paso cortito, pero la cuestión es que me encontraba en una zona bastante trasera de la comitiva y sin muchas ganas de cantar sevillanas.

El mal estado de los caminos me obligaba a descabalgar a menudo de mi montura y a llevarla de reata. En otras zonas, en cambio, daba gusto galopar junto al curso de unas riveras espectaculares, disfrutando de esas inolvidables vivencias que depara el camino. Porque, ¡decidme si no es una inolvidable vivencia quitarle las pegatinas al amiguete Benito en un zona técnica en bajada!

Voy hidratándome convenientemente, con rebujito en un bote y una palomita de isotónico en el otro, a la vez que me alimento con barritas de jamón de pata negra y geles de gamba blanca de Huelva. Hay que evitar los desfallecimientos, que luego la resaca es “mu” mala.



Tras las zonas de senderos, el paisaje se abre entre dehesas. Parece que el caballo se siente más a gusto en ese entorno y empieza a acelerar el paso, poniéndose en un trotecillo ligerito e incluso, por momentos, soltando algún galope tendido. Por allí veo a algún peregrino con la cara de un mono en la medalla, un compañero de mi hermandad que había tenido sus más y sus menos con un estribo y se vio en el suelo al no poder sacar el boto a tiempo.

Al vadear “el charco”, veo una de esas estampas emotivas que se quedan grabadas a fuego en la retina: el Pomares vestido de gitana recibiendo su bautizo rociero (1).

Ya queda menos, un último esfuerzo y todo un año de espera habrá tenido sentido. Las emociones se agolpan en el corazón del peregrino cuando siente la proximidad de la ermita.

Pero… ¿quién coño ha puesto la ermita allí, “en toloarto”? ¿Otros años no se llegaba por unos llanos, con arena y entre pinares? Habrán cambiado el camino, por culpa de los putos linces. La mierda del gatito ese, que no hace más que tirar el dinero público y no aprende ni a mirar a los lados al cruzar las carreteras.

Pero nada iba a quebrantar la fe de este peregrino. Al ritmo que buenamente podía el caballo, poco a poco pero sin descabalgar en ningún momento, fui recorriendo los kilómetros, los metros, los pasos que me separaban de ella, hasta que apareció entre el gentío, esa visión incomparable reluciendo más que el sol: ¡la meta de los cojones! Creí que este año no llegaba.




No puedo asegurar que fuese exactamente así como sucedió todo. Lo mismo tengo la memoria un poco pastosa después  de haberme ido al Rocío ¡a ver a la SEÑORA! (2) sin haber podido descansar tras el maratón de Santa Ana.

  

Ahora, un poco más serio, quiero agradecer a los organizadores su trabajo para preparar un maratón entretenidísimo. Para mi gusto sobró algún tramo del primer bucle que obligaba a patear a todo el mundo. Eso sí, la zona del sendero de “Los Molinos”, tremendamente divertida y muy bonita.

Como defecto a mejorar, quizá faltó algo de señalización. Hubo gente que se perdió y yo, en un cruce, tuve muchas dudas sobre cuál era el camino correcto. Casi todo el trayecto estaba bien señalizado, pero había algún punto que provocaba dudas. Lo dicho, un pequeño detalle a mejorar en próximas ediciones de este gran maratón.



(1) Pomares ¿no querías que te sacase en la crónica? Pues ahora te jodes, sales vestido de gitana. Eso sí, lo de que estaba en la rivera, tan pancho, pegándose un baño es rigurosamente cierto.
   

(2) A mi señora, se entiende.




Hasta la próxima.


viernes, 30 de mayo de 2014

CUENTAS PENDIENTES

Tenía yo una deuda que saldar con este maratón. El año pasado se me perdió algo en las faldas del San Cristóbal y había que volver para tratar de recuperarlo (ver posdata de esta entrada).

No es que mi carrera haya sido como para tirar ningún cohete pero, al menos, he podido pasar por este gran maratón sin penar como el año pasado y, en la medida de lo posible, disfrutando de su espectacular trazado.

Fresquita estaba la mañana en los prolegómenos de la salida en Calabazares. Eso, y una motivación, digámoslo así, “no excesiva”, provocó una de las imágenes del día: le de mis primos “eslabones” Charly, Galaicco y Cinasky en la zona de salida. Todo el personal agolpado tras el arco de salida, sin perder puntada, y ellos un buen puñado de metros por detrás, esperando al solecito, tan ricamente. No hacemos carrera de ellos.

Salida por tramos muy rápidos, en los que la gente iba volando. Yo me lo tomo con calma, sin asumir riesgos. Tras el paso por la Escalada empieza lo serio: primera subida fuerte (Puerto de Zalamea-Cabeza Gorda). Por allí veo por primera vez una imagen que se me haría familiar a lo largo de gran parte de la mañana: el culo de Jabiker. Llego casi a su altura al coronar pero, en la bajada, me arrea el primero de una larga serie de “gomazos”.



Después del tramo mixto de carretera y camino subiendo tras La Escalada y la bajada posterior bordeando el pantanito, afronto la subida de El Maíllo, con un primer tramo precioso, junto a una rivera. Siempre con Jabiker a la vista hago la subida a un ritmo más bien cansino.



Tras bajar a la carretera de Gil Márquez, nuevo ramponazo rondando el 20% de pendiente y, en la bajada posterior, un Platero estaba avisando para que redujésemos la velocidad. El motivo, un compañero que había caído, haciéndose bastante daño. Tras ver que había allí un buen número de compañeros ayudando decido seguir adelante.

Subida hacia Venta Quemada regulando, lo que no evitaba que llevase un preocupante dolor de patas. Pese a ello voy pasando a gente y, al coronar, pillo de nuevo al del culo, lanzándome vertiginosamente en la bajada de trialeras hacia Las Veredas (vertiginoso significa despacito y con mucho “cuidaito”, ¿no?).

Una vez atravesada la aldea de Las Veredas viene el tramo más pestoso del día: subida a Acebuche por un sendero minado de piedras que obligaban a innumerables pateos. Jabiker sigue arreándome con la goma. Ya las pagará,

Más pateos tras atravesar Arroyo, subiendo hacia el Puerto de Los Pinos y a por la zona de “la batidora”, tramo que discurre atravesando una dehesa y con más bultos que una torta de aceite.  Creo recordar que fue por allí donde me deshice definitivamente de la (siempre agradable) compañía de Jabiker.

Hasta ese momento había llevado las patas muy pesadas, sin chispa alguna, pero a partir de Canaleja empecé a encontrarme bien y a subir con (relativa) soltura. Así voy pasando a gente en el ascenso desde Los Romeros hasta la zona de Fuente del Oro. Paso bastante bien la zona técnica que lleva a Los Molares.

En esa aldea se encontraba el amiguete Moi, que me pregunta si quiero agua o “cer%#$eza”. Dejo de pedalear y le pregunto ¿una cerveza, dices?, a lo que me responde: “no, Jota, no: cerezas, cerezas”. Le suelto un improperio y sigo a lo mío.

El ramponazo posterior a Los Molares lo hago enterito pedaleando, lo que me permite merendarme de una tacada a Juanito, Benito y Kike. Este último estaba de pie, doblado sobre su bici, mirándola fijamente, como si le rezase o algo así.

Disfruto haciendo a buen ritmo la zona de piedras en subida hasta el principio del ascenso al San Cristóbal. Pues a por él, este año no voy a arrastrarme como el pasado: “¡A Dios pongo por testigo, que no volveré a pasarlas putas!”.




Subida a ritmo aceptable, rodeado de féminas. Por allí andaban Bea, una tal Irene y otra ciclista cuyo nombre ignoro y no tengo ahora mismo ganas de mirar en las clasificaciones.




Tras coronar me lanzo al descenso y, al llegar a la zona más técnica, le digo a Bea que me pase, para no frenarla. Bajo a mi ritmo y ¡disfrutando! por las zonas trialeras. No puse ni un pié a tierra en toda la bajada. Eso sí, una mano a tierra sí que puse, cuando me caí al torpear en uno de los zig-zag y quedarme sin camino.

Una vez alcanzado el pueblo disfruto de los últimos metros de subida a la Mezquita, entrando en meta contento y con buenas sensaciones. Allí me encuentro con la agradable sorpresa de la presencia de María José Peralta, que hacía tiempo que no se dejaba caer por nuestras tierras. Se le echa de menos.

En fin, un nuevo San Cristóbal al zurrón en un gran día de bicicleta. Felicidades y gracias a la organización de esta gran prueba, dura de narices, bonita, bien señalizada y con abundancia de voluntarios. Enhorabuena también a los triunfadores y a los amiguetes que hicieron carrerones espectaculares: Juanfran, Francis, Ernesto… (no puedo nombrarlos a todos).

Ahora a por Santa Ana… Por cierto ¿San Cristóbal?... ¿Santa Ana?... ¡Cuánto santo, coño! ¡Por un ciclismo laico y aconfesional, ya!


miércoles, 30 de abril de 2014

EXTREMA Y DURA

Habrá que contar algo sobre la que se ha convertido en una de las citas más importantes del año para los que andamos metido en esto de darle a los pedales por este rinconcito de la península, La Huelva Extrema.

Tras el éxito de la primera edición, celebrada el año pasado, la organización daba una vuelta de tuerca en varios aspectos: más participantes (mil y pico, el doble del pasado año), más kilómetros (166, salieron al final) y, sobre todo, un recorrido “muuuucho” más duro. Haciendo el juego de palabras facilón, se puede decir que si la primera edición fue “Extrema”, esta segunda ha sido “Extrema y dura”.

En líneas generales considero que la organización ha estado a la altura de las circunstancias, con una magnífica señalización, voluntarios y colaboradores atentísimos, fantástica zona de meta, etc. Eso no quita para que se haya producido algún fallo, de los que espero que tomen nota para que esta gran prueba siga creciendo y mejorando año a año. Enhorabuena, en cualquier caso, a los organizadores.

Personalmente, la Extrema de este año suponía un reto desconocido para mí. Entre los Eslabones Perdidos se había planteado montar un equipo de cuatro para disputarla en esa modalidad, integrado por cuatro “patas negras”. Sin embargo, uno de ellos sufrió un ataque de “gallinitis”, y yo, en mi bendita inconsciencia, me ofrecí como sustituto de ¿lujo?, sin llegar ni a jamón de recebo.

Era una forma nueva de afrontar una prueba, ya que jamás había competido por equipos y no las tenía todas conmigo. Tras lo mal que lo pasé en Valverde mis temores eran que me podía convertir en una pesada ancla para el equipo en las abundantes subidas que presentaba el trazado de este año.

Con estos pensamientos me planté en la línea de salida de Santa Ana tras haber pasado la noche en compañía de varios amiguetes en los Veneros y tener que subir a primera hora en bici el tremendo rampón que hay desde allí hasta Santa Ana a modo de calentamiento (no vino mal del todo, con el fresquito que hacía).

Una vez localizados los compañeros de equipo (Francis, Ale y Ernesto), a esperar pacientemente en el cajón a que se diese la salida de los individuales y, unos 15-20 minutos más tarde, la de los equipos. Salgo bastante por delante de los otros tres, lo que me permite tomarme con mucha calma la primera subida. En la bajada desde santa Ana hasta la nacional se forma un gran tapón cuando alcanzamos la cola de los individuales, lo que obliga a poner pie a tierra y esperar pacientemente a que aquello se descongestionase.

Nos agrupamos los cuatro “eslabones” y vamos afrontando los primeros tramos, regulando yo mucho en las rampas duras y tratando de recuperar cuando la pendiente remitía. Espectacular la rotura de cuadro que vimos por allí: una bici partida, literalmente en dos por la mitad.

Misma tónica subiendo Risco Malillo por donde también se nos unieron Domi (el de la “gallinitis”) y su hermano Paco, que corrían por parejas. Tras coronar, me pongo en cabeza y marco ritmo en la bajada larga: hay terrenos en los que el tonelaje no viene mal del todo.

Bonito el tramo nuevo de sendero antes de Cueva de la Mora por donde Paco va haciendo el cabra y adelantando a todo Cristo. Tras Cueva de La Mora, nos metemos en el Coto de la idem, por donde intentamos mantener un ritmo alegre en el grupo. Vamos pasando a mucha gente, aunque a veces con dificultades, ya que no siempre es posible encontrar hueco para colarnos cuatro ciclistas. Hago la subida previa a La Zarza regulando mucho y el tramo divertido de senderos vamos muy bloqueados por un grupito que llevamos delante (imposible adelantar allí).

En La Zarza tuvimos el único despiste importante del día. Habíamos acordado parar para soltar cortavientos y manguitos, ya que allí estaba la hermana de Ernesto (muchas gracias). Tras dejar las cosas, nos ponemos en marcha Ernesto y yo, buscando a Francis y Ale en el avituallamiento. Al no verlos, pensamos que habrían arrancado, por lo que apretamos para intentar pillarlos. Tras varios kilómetros rodando fuertecillo, seguimos sin verlos, lo que nos mosquea un poco, hasta que oímos voces por detrás y vemos que son ellos los que nos persiguen a nosotros. Resulta que en La Zarza decidieron hacer pis y, recatados ellos, se apartaron del camino para no mostrar públicamente sus vergüenzas.

Una vez rehecho el cuarteto afrontamos la subida a Calañas al ritmo que marca Ale y, una vez en el pueblo, en el que había un gran ambiente, paramos de nuevo en el avituallamiento, donde Cristóbal me lubrica amablemente la cadena (gracias, amiguete).

Bajando hacia el Calabazar Francis necesita llamar a Luna, ya que tenía previsto estar en La Zarza o Calañas y no la había visto, lo que le inquietaba (¡Aisss…!). Nueva parada pero, como habíamos acordado en la charla táctica, el más paquete sigue hacia adelante, para minimizar la pérdida de tiempo. Supongo que no tengo que aclarar que el paquete, con lazo y todo, es el que teclea estas líneas.

Por los toboganes del Calabazar nos reunimos todos de nuevo y alcanzamos al compañero Jose “Villablanca”, que nos da ánimos. Tras pasar varios charcos, mi transmisión empieza con sus habituales “chupados”, lo que me obliga a una nueva parada para lubricar (antes, no me acuerdo dónde, había tenido otra por enganchón de cadena), pero sin mayores contratiempos.





Llegaba la hora de la verdad para mí, el terreno nuevo por la zona de Las Perrunosas con subidas serias en las que me temía que las iba a pasar putas. Allí empezaba la “Dura”. Tras pedir un poco de cariño a mis compañeros, trato de subir lo más decentemente que puedo. Eso no evita que me vaya quedando bastantes metros por detrás de los tres (bueno, Ernesto se descolgaba para hacerme un poco de compañía), que van charlando mientras que yo bastante tengo con respirar.

A pesar de eso, el tramo nuevo se me hace menos agónico de lo que me temía y llegamos a la pista del Cobujón sin haber reventado. Por allí alcanzamos a otro compañero, “Jabiker”, que nos ofrece su rueda durante unos minutos (gracias), y yo empiezo a sentirme más en mi terreno (aunque quedaba la subida tras el vadeo del Odiel). En Los Cristales mis compañeros necesitan parar para repostar. Como yo voy bien de líquidos y La Corcha está sólo a 12 km, decido repetir estrategia y seguir a mi bola, sin parar y pedaleando tranquilo para que me alcancen.

Subida tras el río como buenamente se pudo y a por los toboganes que llevan hasta La Corcha. Por allí me doy cuenta de que ya no soy el fusible del grupo: Ernesto empieza a pasarlo un poco mal. Alcanzamos a Moi, que se une al grupo hasta La Corcha, donde Cristóbal me obsequia con un “peaso de bocata” que me sabe a gloria. También estaba allí Luna, haciendo labores de intendencia (gracias). Repostaje tranquilo, aceite para la cadena, fotito de grupo y a arrancar de nuevo el motor. A partir de aquí ya se ha terminado la “Dura” y comenzamos la “Extrema”.




Buen ritmo hasta entrar en el “Tunel de la Risa”, cuya parte final hacemos muy frenados por un grupo y a por la zona del Majadal. Por allí Ernesto iba un pelín tocado, por lo que vamos regulando el ritmo. Pero, para nuestra sorpresa, cuando nos acercamos a Gibraleón, se pone a tirar como un poseso poniéndonos a todos en fila. A ese ritmo infernal hace todo el paso por el pueblo, hasta llegar al puente sobre el Odiel, donde se deja ir de nuevo. Al vernos sorprendidos nos explica: “tenía que pasar con dignidad por mi pueblo” ¡Será mamón!

Por la Vía Verde y pistas posteriores, me voy encontrando cada vez mejor, pero toca regular el ritmo para no castigar al grupo. Pequeña trampa en el tramo nuevo tras el Club Hípico y a por Los Pinos. En Las Cumbres, última parada para repostar (Francis degustó la tortilla del Bocina) en la que vemos a los amiguetes del equipo de cuatro de Gibraleón. Esto sirve de motivación para avivar el ritmo y hacer muy rápido los tramos del pinar.

Voy con muy buenas sensaciones, tanto que le digo a Francis que no me importaría seguir haciendo más kilómetros. Alguna barrita caducada que me comí, supongo. Sin embargo, alguna mala postura me provoca amagos de calambres, pero nada que no se quitase metiendo tranca y apretando, lo que me hizo marcharme por delante del grupo en un par de ocasiones.

Ya en la zona de La Laguna veo un grupo de cuatro rodando juntitos con las mismas ropitas. Aviso a los compañeros y aceleramos para pasarlos y dejarlos atrás, cosa que logramos. Sin embargo, ya llegando al Paraíso, el personal se relaja, lo que hace que de nuevo nos alcancen a la altura del camping La Bota. El primero que nos adelanta se queda mirando nuestros dorsales, lo que me confirma que se trata de un equipo de cuatro (de Utrera).

A partir de allí, aunque alguno iba ya un poco “tostado”, mis compañeros se portan como valientes y volvemos a pillar a los de Utrera a la altura de la depuradora, marchando con ellos por los pinares de Punta Umbría a ritmo desenfrenado. Momento para la estrategia. Le indico por señas a Ernesto que se pegue a la rueda del último para disputarle el “sprint”, mientras que yo, consciente de la pésima aceleración de mi motor diésel pero con buenas piernas a esas alturas, lanzo un ataque de lejos y me marcho por delante, entrando solo en el estadio y quitándome del follón que se pudiese liar.

Por lo visto, mis compañeros lograron entrar por delante del último de ellos, pero no nos sirvió de nada ya que Ale se volvió sin que le verificaran el dorsal para ver si le había pasado algo a un amiguete que se había caído, ya dentro del estadio, al tocarse con el manillar de Francis. Cuando conseguimos que Ale volviese hasta meta ya habían pasado casi dos minutos y ese fue el tiempo que nos asignaron. Total, entre ser los 10º o los 11º tampoco hay gran diferencia.

Eso sí, con los líos de la estrategia, el "sprint" y las leches no pudimos hacernos la foto esa tan "gonita" entrando todos de la manita en meta. Tampoco pude dedicar la llegada a alguien que tuve en la cabeza durante toda la prueba. 





En resumen, experiencia muy gratificante la de hacer esta prueba en equipo, con unos compañeros de lujo. Francis fue todo el tiempo sobrado, tenía piernas para ir muy por delante. Ale dio la talla con creces a pesar de no haber disputado previamente ningún maratón de BTT. Ernesto fue como un tiro en los terrenos de subidas a pesar de salir de una lesión, aunque se le atragantó un poco el terreno más rodador. No obstante, se recuperó para la disputa del final.

Es evidente que cada uno de nosotros, por separado, hubiésemos hecho mejor tiempo, pero se disfruta mucho de ir acompañado y recibiendo el apoyo de los compañeros, haciendo el recorrido más ameno. Gracias a los tres, pienso que no lo hicimos mal del todo.

Felicitaciones a todos los compañeros y amiguetes que consiguieron superar el reto que supone esta prueba. Me sorprendieron especialmente Benito y Moi, con sendos carrerones. Lástima lo de nuestro Víctor, que se quedó a un puesto del pódium en M-50.


El año que viene, más y mejor. Y ahora a tratar de buscar motivación para los maratones serranos, cosa que no es fácil después de superar uno de los retos más importantes de la temporada.


miércoles, 16 de abril de 2014

VALVERDE DE MIS VALVERDES

Bueno, pues una vez concluido el “Tríptico de las Arenas”, con los maratones de Bollullos, Cartaya y Almonte en los que, dentro de lo que cabe, no me he defendido mal del todo, este sábado tocó la primera gran cita del año: Maratón de Valverde. Lejos quedan aquellas ediciones con trazados de cien kilómetros, innumerables subidas (Abejas, Peñas Blancas, Manzanito, Angliru…) en las que le daba a uno tiempo a pasar, a lo largo de una misma carrera, por todos los estados de ánimo posibles: no voy mal, estoy que me salgo, no ando un peo, parece que va mejor la cosa, el año que viene va a venir Rita La Cantaora…

En los últimos años este maratón ha ido siguiendo la tendencia generalizada de acortar el kilometraje, pero conserva gran parte de su dureza y, además, el recorrido de este año escondía un buen número de emboscadas en forma de repechos imposibles, bajadas técnicas y cortafuegos abismales en los que los genitales dejaban de apoyarse sobre el sillín para situarse, más bien, en las cercanías de la laringe.

La mañana se presentó brumosa y más fría de lo previsto lo que, unido al considerable retraso en la hora de salida, hizo que más de uno se quedase “pajarito” antes de la partida. Me sitúo bastante adelante en el cajón, cosa que, como vería más tarde, fue perfectamente inútil. Salida neutralizada, tramo de carretera, túnel bajo la nacional (allí uno que iba delante de mí comprobó la dureza del suelo) y a apretar los dientes por los primeros caminos, tras haber perdido infinidad de posiciones.

Pues en eso de apretar los dientes andaba cuando, de repente, nos paran otra vez para reagrupar y dar de nuevo la salida ¡¿PARA QUÉ COÑO?! Una vez que se había estirado un poco el grupo, van y forman otra vez el mogollón. Resultado: en cuanto se llegó a los primeros pasos estrechos se liaron colas mayores que las que se forman en la puerta del Ayuntamiento de Huelva cuando dan gratis una “mierdalibro” de Semana Santa. Mal la organización de Valverde en lo que respecta a diseño y ejecución de la salida. Perfecta en el resto. Gracias por su esfuerzo a todos los implicados en el montaje de esta prueba.

Me van pasando caras conocidas (Francis, Juanlu, Quique Alimaña, Alberto, Alexis, Palmera…), que en poco tiempo se convierten en culos (no tan conocidos, se parecen mucho unos a otros), para acabar transformándose en pequeños puntitos que se perdían irremisiblemente en la lejanía. Y yo con un considerable dolor de patas, sin lograr que arrancase el motor ¿Las bujías, tal vez?




En la subida al Cerro del Aguilucho empiezo a sentirme algo mejor. Nada como para tirar cohetes pero, al menos, empiezo a recuperar posiciones. Pie a tierra por torpeo tras el segundo túnel bajo la nacional ¡delante de un compañero del curro que estaba viendo la carrera! ¡Ainsss, la imagen!

En la zona de Los Ballesteros, tras bajada técnica y rampón imposible, se vuelve a formar un tapón de los de tener que pedir la vez, tardando varios minutos en poder volver a arrancar.

Sigo recuperando poco a poco (muy poco a poco) y hago decentemente la bajada técnica que llevaba a La Ratera, por detrás de Trufero. Un poco más adelante paso a mi compañero Quique (“Extrusado”), que no llevaba muy buena cara y, más tarde, al pasar la Rivera del Cañamar, alcanzo al también compañero Víctor (“Portugués”).

Primeras rampas duras tras la Rivera, donde estaba Charo tirando “afotos” y, yendo a rueda de Víctor, sufro un par de chupados de cadena que me hacen poner pie a tierra ¡delante del objetivo de Charo! Definitivamente no iba a ser el mejor día para mi imagen pública. Trato de arrancar pero, nada, nuevo chupado y nuevo pie a tierra. Menos mal que la fotógrafa fue caritativa y no me inmortalizó en tan indecorosa actitud.  

Unas gotitas de aceite solucionan el problema, pero me pasa un montón de gente que ya había dejado atrás y, sobre todo, pierdo la rueda de Víctor que era una inmejorable referencia para mí. Retomo la tarea sin demasiado entusiasmo, aunque vuelvo a pillar a gente en la sucesión de subidas que llevaban hasta la pista principal.

Ya en la pista, viendo cómo iba la cosa, decido pasar a “modo conservador”. A ver si lo explico bien: el “modo conservador” consiste en dejarte los huevos dando pedales exactamente igual que en el modo “competitivo extremo” pero, como ves que no andas un peo, tratas de justificarte diciéndote que vas despacio porque te da la gana, no porque no haya más donde rascar. En fin, el que no se consuela es porque no quiere.




Bajada vertiginosa por La Puya para pasar la rivera que marca el inicio de la subida del “Angliru”, por una vertiente más suave que la tradicional. Por allí, ni fu ni fa, recuperando algunas posiciones pero sin llegar a tener en ningún momento buenas sensaciones. Nueva bajada por “Las Abejas” para afrontar la subida de “La Zeta”. En su parte final, más tendida, paso al amiguete triguereño Antonio Prieto, que daba la impresión de ir bastante “tostado”. Sí, sí, “tostado”, fue verme pasar y darle tremendo subidón de “yonosequeina” que le hizo ponerse a mi rueda y soltarme más tarde en la bajada tipo montaña rusa del cortafuegos (que yo hice a patitas, por supuesto) diciéndome adiós con la manita hasta meta. Poderes curativos tengo, oiga.

La zona de toboganes final se me hizo menos pesada que otros años y por allí recuperé bastantes posiciones, pasando, entre otros, al amiguete Benito, que se sorprendía de verme llegar a esas alturas de carrera. Ya ves, gajes del oficio. La BTT es “asín”. Unas veces se gana y otras se pierde. Ciclismo es ciclismo. No hay enemigo pequeño…

En fin, que tras una caca de carrera (3:55 de tiempo oficial) llegué a meta pensando en el día de aburrimiento que voy a hacer pasar a mis compañeros de equipo en la Extrema. Llevaos algo para leer, o el “aifon”, para ir poniendo “guasaps” mientras esperáis que me vaya comiendo las cuestas a ritmo cansino. Lo voy a pasar más malamente que el contable de Urdangarín haciendo la Renta.



P.D.: Repito mis agradecimientos y felicitaciones a los organizadores de esta gran prueba y doy mi enhorabuena a todos los triunfadores, con los Macías a la cabeza.  


viernes, 7 de marzo de 2014

DE VUELTA A LAS CARRERITAS.

¡Que síiiii! Que ya sé que tengo este cortijo totalmente abandonado. No sé exactamente por qué: falta de tiempo, estar todo el día en el curro escribiendo, que las musas “han pasao de mí” (como decía el maestro Serrat)… pero la cuestión es que no he conseguido reunir últimamente las ganas suficientes para ponerme a juntar letras y dejar por aquí mis tontadas.

Vamos a intentar retomar las ¿buenas? costumbres, aunque sea con un tema tan poco entretenido como el relato de mi última carrera ciclista.

La cosa fue en Bollullos, el viernes 28 de febrero, día de Andalucía, en el primer maratón de la temporada puntuable para el Provincial. Los bollulleros se marcaron un trazado de lo más atractivo: salvo el inicio y el final, el recorrido transcurría por zonas de arboleda de lo más variado, con dehesas, pinares, bosque de galería y muuuucho senderito. No recuerdo haber estado en otro maratón que enlazase un tramo tan largo (más de 7 km) de sendero revirado por el que sólo cabía una bici.

En cuanto a la carrera (la mía, se entiende) pues la cosa empezó “reguleras”. Gracias a mi inestimable labor como copiloto, ignorando que este año se había cambiado el área de salida, aparcamos en el quinto carajo y fuimos a por los dorsales donde no había dorsales. Con la pérdida de tiempo entramos en el cajón de salida en posiciones muy rezagadas. Tramo neutralizado muy relajado y salida lanzada sin encontrar buenas sensaciones. Resultado: soy el “último mono” (1).

(1) Para entender esta expresión a lo mejor conviene aclarar cuál es el logotipo de nuestro insigne club, “Eslabón Perdido C.D.”. Es este buen mozo, tan atractivo él.




No tenemos muy claro cuál de los miembros del club ha servido al diseñador del “logo” como modelo.


En el sendero que discurre paralelamente a la A-49 (km cinco y pico) veo al compañero Jabiker levantándose del suelo. Me dice que se ha bajado de la bici como le ha dado la gana, pero no aparentaba tener daños de consideración. Ya en la meta, tras curarse y mostrando el bulto que tenía en la pierna afectada, aventuraba: “¿me estará saliendo el músculo del juicio?”. Las cosas de Javi.

En el bucle al norte de la A-49 sigo sin encontrar ritmo, las patas estaban dormidas, hasta que, a lo lejos, reconozco el maillot de otro compañero, “Jose Villablanca”. Sabido es que nada motiva más en este nuestro club que arrearle un buen estacazo a otro de sus miembros. Dicho y hecho: las piernas empiezan a funcionar de repente y paso al amiguete como un tiro.

A partir de allí (km 20 o así) ya no pararía hasta meta. Buenas sensaciones, ganas de apretar y adelantando posiciones constantemente sin demasiado esfuerzo. Nacho se pone a rueda un rato tras pasar por Hinojos pero al poco decide mandarme a Parla y se queda a su ritmo. Pues nada, “palante”, como los de Alicante.

Divertidísimo el sendero, todo un acierto de la organización (bien que les cayeron palos el año pasado por meter esa zona estando hasta las trancas de agua). El primer tramo lo hago un poco taponado por un grupito, aunque el ritmo no era malo del todo. Entre ellos había un chaval que iba jodido con calambres y que debió acabar visitando al psicólogo. Me explico: mientras yo le decía que para los calambres lo mejor era que endureciese el desarrollo, que “metiese tranca”, otro le aconsejaba que bajase plato y fuera “a molinillo”. En fin, doctores tiene la Iglesia, no sé qué solución adoptaría.

En la parte más baja del sendero me dejan adelantar (gracias) y hago un buen tramo en solitario, disfrutando mucho. Alcanzo a algunos ciclistas aislados que también me dejan pasar (gracias) hasta llegar a un grupo “tocho” que ya me tapona hasta salir del sendero. Pues bueno, toca descansar patas para salir “echando leches” en cuanto ensanche el camino.

De allí a meta sigo con muy buenas sensaciones, apretando a tope, pasando bien los arenales y rebasando a gente cada vez con mejor pinta. Ya en el pisteo final, a bloque, acoplado sobre el manillar en postura de mantis religiosa (amiguete Humberto dixit) y formando un pequeño trenecito con alguno de los que iba pillando por el camino hasta entrar en meta a tope.

Por cierto, mis más sinceras felicitaciones para los dos ilustres campeones que, tras ir un buen trecho bien tapaditos del viento para no coger frío, supongo, lograron la proeza de rebasar a este paquete lanzando un espectacular arreón sobre la línea de meta ¡Olé ahí los “esprinteres guenos”!


Bueno, pues esta es mi batallita bollullera. Espero no tardar mucho en volver a asomarme a esta ventana.