Tiempo hacía que no garabateaba nada por aquí y me da
coraje hacerlo para relatar una experiencia poco agradable, pero es que “se me
estaba reconcomiendo” por dentro y necesitaba contarlo.
La cuestión es que, tras un muy gratificante viaje que ha
incluido una semana por los Alpes y visitas a infinidad de pueblecitos y
ciudades de “La France” y durante el que nos hemos topado con gente de lo más
agradable (y eso que llevaba mis reservas respecto a nuestros vecinos del norte,
“lesanfansdelpatrí”), la última noche Pepa y yo hicimos una escala técnica en
Zaragoza. Estuvimos viendo algo de la ciudad, aunque, como diría uno que yo me
sé, hacía más calor que en la romería de Uganda. Por la noche, tras una
reparadora ducha, enfilamos nuestros pasos hacia la zona de El Tubo, famosa por
sus barecillos de tapeo.
Allí estuvimos mariposeando de bar en bar, probando las
especialidades de cada uno con desigual fortuna hasta que decidimos echar “la
espuela” en uno que, en principio, no tenía mala pinta. No recuerdo su nombre
ahora mismo. Pedimos un par de birras y algo de picar y nos sentamos a poca
distancia de la barra. Desde ella, uno de los camareros (ignoro si propietario)
estaba impartiendo una clase magistral de obviedades relacionadas con el vino y
otros asuntos a una parroquia integrada por un grupo de turistas pijos que
reían sus gracietas y abrían sus bocas con asombro ante las sorprendentes
revelaciones del oficiante. Aseveraciones de tanto calado como que “la palabra
salario viene de sal…”. Vamos, de “Honoris Causa”. Como mínimo.
La cuestión es que el tipo, supongo que crecidito por el
entusiasmo que suscitaba entre sus discípulos y sin venir mucho a cuento,
derivó su discurso hacia una de las cosas que más gracia hace a los pijos de
ciertas partes de este país: hacer bromas cargadas de chispa acerca de los
andaluces y su atávico subdesarrollo.
Expongo un breve resumen, no literal (tampoco era como
para grabarlo), de las perlas que desgranó el individuo, mientras Pepa y yo
poníamos cada vez más cara de asombro e indignación:
- - En Sevilla, ciudad que conocía bien porque solía
visitarla, el 90% de los bares estarían cerrados si se aplicasen las normas de
sanidad de su tierra.
- - Pues había visto por allí hasta sitios en los que en
lugar de servilletas se usaba papel higiénico. Seguro, afirmaba, que utilizaban
el mismo rollo para una cosa y para la otra.
- - Si es que hasta se había encontrado en un local en cuyos baños, al sentarte en la taza se accionaba con el culo el secador de manos.
- - Y en muchos lugares ¡cuelgan los jamones del techo sobre
las cabezas de las personas! Que por mucho que les pongan los cacharritos esos
(por lo visto su vasto léxico no alcanzaba hasta la palabra chorrera), la grasa
acababa manchando.
Toda esta sarta de lindezas, y otras que no recuerdo,
eran correspondidas con carcajadas por el grupo de turistas pijos, muy
partidarios ellos de las sesudas tesis del santón que, para rematar su
discurso, dejando el listón en todo lo alto, a modo de culminante pase de
pecho, espetó con tono despectivo un concluyente: “¡Si es que lo que no pase en
el sur…!”. Se desencadenó el paroxismo entre los pijos: ¡ahí le has dado! ¡genial!
¡ja, ja, ja! En fin, un no parar de reír y de reír.
Ante tal situación, tirando de mi más exagerada y
grotesca imitación del acento “sevillita” me levante y pedí al figura “la cuentesita, miarma”. El
interfecto me dijo que, con ese acento yo era de Cádiz, fijo. Si ya os digo yo
que de luces… lo justito. En fin, que le pagué de mala gana y me despedí con un
“hasta nunca”, no sin antes hacerle ver que la mierda de pincho que había
tomado me la habían servido con las manos, por si quería comentárselo a
sanidad, o algo.
Al margen de que esto sea una mera anécdota sin mayor
importancia, lo que jode es que a día de hoy siga existiendo esa percepción de
una Andalucía atrasada, subdesarrollada, chapucera, de pandereta. Y no digo que
no haya algo de trasfondo que pueda dar pie a esas opiniones, pero no pienso
que sea esa, ni con mucho, la generalidad. Más bien la cosa puede obedecer a la
utilización malintencionada por parte de algunos (cierto “Molt Honorable” se me
viene a la cabeza hablando de niños sevillanos a los que no se entiende al
hablar) de una serie de tópicos rancios, desfasados e inciertos.
“Lo que pasa en el sur” no es nada muy diferente de los
que sucede en otros lugares. “Lo que
pasa en el sur” es que mucha gente se mata a trabajar por un sueldo rozando lo miserable.
“Lo que pasa en el sur” es que otros muchos, contando con una formación
envidiable, ni siquiera pueden acceder a esos sueldos miserables y tienen que
marcharse a otras tierras a buscarse la vida. “Lo que pasa en el sur“ es que muchos
estamos hartos de la prepotencia y de las miradas por encima del hombro de
algunos que ni se han preocupado en escarbar un poco debajo de los tópicos.
Por otra parte, también “pasa en el sur” que cuenta con
un sector hostelero que en calidad, variedad, trato al cliente y, por qué no
decirlo, precios razonables, da varias vueltas al de muchas otras zonas. Lo que
no es probable es que pidas un vaso de agua y te lo sirvan a una temperatura a
la que podrías desinfectar biberones. Igual se me pasó especificar que la
quería para beber, no para lavarme los pies.
De hecho, en el caso concreto de Sevilla, para mi gusto,
se ha producido una pérdida de cierto sabor añejo en aras de la asepsia y la
pulcritud, haciendo que lo que antes eran locales y negocios tradicionales y con
esencia se hayan convertido en algo similar a franquicias un poco impersonales que
lo mismo podrías encontrarte en La Alfalfa que en el Barrio de las Letras, “por
un poner”.
En fin, que lo único que saqué en limpio del discurso que
el tipo aquel estaba largando desde su púlpito, fue aprender (de verdad, no lo
sabía) que los apellidos que se forman anteponiendo una “D” a otro existente se
aplicaban históricamente a los hijos ilegítimos o bastardos. ¡Anda! me
acaba de venir a la memoria… Dalmau se llamaba el sitio.
P.D.1: No quiero que esto se interprete, ni mucho menos,
como una crítica a los maños. Entiendo que me topé con el gilipollas de guardia
y punto.
P.D.2: Amiguetes hispalenses, no os confundáis. Aunque me
hiciese pasar por uno de vosotros en esta situación, no lo olvidéis: antes
portugués que sevillano.