miércoles, 26 de diciembre de 2012

SEÑOR RAJOY, VÁYASE AL CARAJO


Esto lo empecé a escribir el pasado día 22, cabreado como un gorila, aunque no lo he publicado hasta ahora porque no lo había "rematado".




Con la cabeza aún un poco embotada tras la "dura jornada" de ayer, abro esta mañana el periódico y me encuentro con las siguientes declaraciones del prócer de la patria de todo a cien que nos hemos agenciado como presidente de "esto", el Sr. Rajoy: "Si todos trabajáramos con empeño, cumpliésemos nuestras obligaciones, dijésemos voy a hacer lo que tengo que hacer sin pensar lo que hacen los demás, las cosas irían mejor". Lo decía ante los militares que se encuentran destacados en Afganistán en la misión de paz de la OTAN, poniéndolos como ejemplo de lo que deberíamos hacer el resto de españolitos para sacar la cosa adelante: callar y tragar.

No seré yo quien ponga en duda el servicio que presta el ejército en esas labores ni que la frasecita de marras fuese bienintencionada, con el objetivo de elevar la moral de nuestras tropas ensalzando su buen hacer. Pero lo que se le ha escapado al asesor de turno que ha redactado las palabras de nuestro querido presidente es que con ellas está faltando al respeto a los cientos de miles de trabajadores que aún quedamos en este país. De su discurso se desprende el mensaje de que los causantes de la actual crisis no son los bancos y sus directivos inútiles, ni los especuladores, ni los mangantes, ni los tiburones de la bolsa, ni los politicastros corruptos que nos rigen. No, señores, los culpables son los curritos, que se quejan del deterioro paulatino de sus condiciones laborales en lugar de envainársela convenientemente y sin rechistar, como Dios manda.

Y más delirante es la cuestión si se mira desde la perspectiva de los cinco millones de conciudadanos que, en lugar de arrimar el hombro cual soldadito español, soldadito valiente, se quedan en casita, mano sobre mano y sin dar un palo al agua ¡Panda de insolidarios! ¡Enemigos de la Patria!

Sr. Rajoy, puedo llegar a admitir que la política de recortes que viene adoptando su gobierno sea inevitable, que sea consecuencia de la herencia recibida de anteriores ejecutivos, que su margen de actuación, como mamporreros de "La Merkel" y de “Los Mercados”, sea muy pequeño. Vale, lo que usted diga, se apechugará con lo que venga y esperaremos que, con la mediación de su Ministra de Trabajo y de su Secretaria de Estado, la Virgen del Rocío, vengan tiempos mejores.

Pero de ahí a tener que soportar que nos insulte en la cara, que nos acuse de haber causado algo de lo que somos las principales víctimas, pues mire usted, me parece que se ha pasado varios pueblos ¿Quién se ha creído usted que es para insinuar que yo no "trabajo con empeño", que no "cumplo mis obligaciones" o que no "hago lo que tengo que hacer"? 

Sabido es que a base de repetir y repetir una mentira, acaba mostrándose a los oídos de la gente como verdad incuestionable. Pues en esas parece que andan ustedes, en hacer ver que la crisis la han provocado unos ciudadanos que, como hijos malcriados, han vivido por encima de sus posibilidades y ahora son ellos los que tienen que pagar sus consecuencias y cargar con el peso de las “medidas de ajuste”.

Desde su posición, cada vez más distante de aquellos a quienes representan y SIRVEN, usted y el resto de la clase política no parecen capaces de percibir el drama humano que la actual situación está suponiendo para muchos de sus paisanos y de mostrar hacia ellos, cuanto menos, un poco de comprensión y respeto. Me gustaría que hubiese tenido usted cara a cara a la señora que acaba de llamar a mi puerta mientras escribo estas líneas, pidiendo algo para comer con los ojos inundados por la vergüenza. A lo mejor la próxima vez se lo pensaba antes de decir en público una gilipollez del calibre de la que nos ocupa.

Con el debido respeto, Don Mariano, váyase usted al carajo.



lunes, 26 de noviembre de 2012

¡…Y QUE CUMPLA MUUUUCHOS MAAAAS!


Titulo así esta entrada en lugar de “feliz, feliz en tu día” porque esto último suena especialmente amargo en los días que corren, desde que se nos ha marchado Miliki.

No sé a qué se deberá pero lo cierto es que el final de año está plagado de celebraciones de cumpleaños entre mis amistades y conocidos. No para uno de felicitar, de brindar y de presenciar soplados de velitas, cada vez más numerosas sobre la reglamentaria tarta del Mercadona.

Pues bien, resulta que una criaturita a la que le tengo bastante aprecio también ha cumplido su primer añito de vida: “El blog del rodador” ya ha apagado su primera vela.


Hace ya un año que decidí abrir este chiringuito, como un medio para mantener bien ordenadas las pamplinas que se me fuesen ocurriendo y algunas otras que tenía por ahí desperdigadas. En este tiempo han sido veintiséis las entradas que he publicado, además de algún escrito antiguo rescatado del baúl de los recuerdos. La mayor parte de los textos tienen que ver, en mayor o menor medida, con historias de pedales, ruedas, cadenas, etc. pero he tratado de no renunciar a escribir sobre otros asuntos.

A mí me ha resultado divertido. Es entretenido eso de barajar palabras para tratar de transmitir tus puntos de vista sobre asuntos diversos. Lo malo viene cuando no surge ese asunto, cuando no se te ocurre nada sobre lo que escribir o cuando lo que se te ocurre empieza a sonar repetido, recurrente, manido. Si a uno mismo le da la impresión de que lo que cuenta puede empezar a aburrir, lo más probable es que, realmente, sea una auténtica castaña para el lector.

Por eso, en esta entrada voy a hacer lo que los grupos de música cuando se les agotan las ideas: ¡UNA RECOPILACIÓN!

Algunos de los discos que con más devoción guardo de entre mis vinilos son recopilaciones: “Just one night”, del maestro Clapton, “Alchemy”, de Dire Straits, el inigualable “Made in Japan” de los Deep Purple, el “Anthology” de Janis Joplin…




Lo mío no pretende, evidentemente, llegar a tanto, pero os pongo a continuación una pequeña selección de entradas realizada con un criterio totalmente subjetivo. Eso sí, no me ha dado el presupuesto para hacer los temas en directo ni he “remasterizado” nada de nada. Copiar, pegar y punto pelota.


Empiezo con el más antiguo de los textos que hay por aquí. Aunque se publicó en el blog en diciembre de 2.011 está escrito en 2.008.


Como, presuntamente, por aquí se habla de deportes, incluyo la crónica de una carrera.


Aquí me puse serio, tirando a amargado. Y es que hay cosas que claman al cielo.


Contando batallitas.


Una reflexión. Por cierto, al final el contrato no se cambió ¿Será que las palabras no tienen tanto poder, después de todo?


Dedicado a un lugar por el que, de vez en cuando, me dejo caer.


Seguimos de bares.


La última entrada de este primer año. Contento.


El “top” de ventas, según las estadísticas del “blog”.


Bueno, a modo de “bonus track” contaré tres cositas del maratón de Cala, que no está bonito despedirse del provincial “a la francesa”.

Maratón de los de verdad, duro y bonito. Bien organizado, con la salvedad de no haber publicado nada relativo al trazado que se recorría. Fuimos totalmente a ciegas, sin saber distancia total, subidas ni ubicación de avituallamientos. Punto a corregir pero, por lo demás, felicidades a la organización.

En cuanto a "lo mío" pues una carrera más. Afortunadamente sin problemas, sufriendo en los dos "subidones fuera de categoría" y pasando decentemente las trialeras. Gran parte del recorrido anduve con mi, últimamente inseparable, amigo Javi Baca. Al llegar las cercanías de Monesterio alcancé a mi compañero M-50 Víctor, que iba haciendo una buena carrera. Decidí quedarme con él y tratar de ofrecerle rueda por los tramos de pista que llevaban hasta meta. Eso me impidió llegar con Javi y Fabio, que se marcharon un poco y tratar de recuperar algo de tiempo, pero lo doy por bien empleado por haber acompañado al mejor de  los "franciscanos" en esta temporada (con el permiso de mi sobrina, claro...).

En fin, empieza el segundo año de este "blog", a ver qué nos depara. 



jueves, 15 de noviembre de 2012

UNA RUTA INOLVIDABLE


Esta mañana, tras haber comprobado que las previsiones meteorológicas presagiaban una jornada pasada por agua, me pertreché bien para la lluvia y me eché a la calle con la intención de disfrutar de cada metro del recorrido que tenía previsto realizar.

El piso estaba mojado pero, afortunadamente, no llovía. Eso, unido a la buena temperatura, hacía bastante agradable avanzar con las primeras luces del alba. Las pocas caras con las que me cruzaba parecían sonreírme hasta el punto de que, a pesar de mi carácter tirando a reservado, digamos que rozando lo malaje, sentía el impulso de saludar efusivamente, casi de querer abrazar.

Aunque hacía tiempo que no pasaba por allí, el trazado no me era, ni mucho menos, extraño. Sin embargo esta mañana se me mostraba diferente, todo resultaba más luminoso, más amable. A pesar de que marchaba a buen ritmo, no era plan de demorarse demasiado, iba tratando de no perderme detalle de los lugares por los que pasaba, de apreciar sus atractivos que, en otros momentos, me hubiesen pasado desapercibidos.

Comparado con las distancias que acostumbro a recorrer cotidianamente, lo de hoy ha sido como ir a comprar el pan a la tienda de abajo, se me ha pasado en un santiamén. Pero lo he aprovechado a fondo, paladeando cada metro, cada palmo, cada centímetro.

El camino de vuelta me ha resultado igualmente placentero. De nuevo amenazaba lluvia pero se ha aguantado. De nuevo caras amables, ahora en mayor número. De nuevo una sonrisa en los labios, supongo que tirando a estúpida para cualquier observador imparcial. Además el regreso ha contado con el aliciente de recoger por el camino a Pepa y realizar en su compañía el último tramo para llegar a casa.

En fin, que hoy, tras más de veintiún años currando, por primera vez en mi vida he disfrutado del placer que supone ir andando al trabajo. Y, salvo que me apañe algo para la bici, así seguirá siendo: me han trasladado a las oficinas de Huelva. Ya no tengo que ir a Sevilla todos los días como venía haciendo desde hace más de siete años.

Ah, por cierto, ahora caigo en la cuenta de que el sábado pasado fue el maratón de Cartaya y no he “cascado” nada. Pues hay poco que contar: mucha agua, mucho barro, rompí la cadena y la transmisión me dio la mañana. Resultado tirando a patético. Pero, qué queréis que os diga, eso no me va a quitar la sonrisita esa medio estúpida que llevo pintada en la cara todo el día.



P.D.: gracias a Francis y a Carlos “El Palmera” por pararse a echarme una mano con la cadena en Cartaya. Si no es por Francis, con mis manos todas llenas de dedos (Jabiker dixit), hubiese estado media mañana con los cuernos en el suelo (los de la bici, se entiende).






viernes, 19 de octubre de 2012

SIN NOVEDAD EN LA PALMA


No tengo mucho tiempo para escribir pero, aprovechando que esta tarde llueve, no puedo dejar de contar algo de La Palma.




Ante todo quiero agradecer a la organización sus esfuerzos por regalarnos un buen maratón, cosa que lograron con creces. Lo del polvo… pues no es culpa suya si no cae una gota de agua (bueno, esta tarde parece que sí). Mis felicitaciones a los triunfadores y palmaditas en la espalda apara aquellos que no tuvieron su día.

Mil gracias también a los fotógrafos (Charo, Óscar, Bayo, Gema...) que nos permiten tener recuerdos de las carreras y, además en este caso, ilustrar estas líneas.

En cuanto a lo mío, pues poco que contar (afortunadamente). Carrera sin sobresaltos más allá de que la cadena se me caía del plato hacia la biela cada dos por tres. Pero vamos, nada importante.

El inicio fue raro: en el km 3 ó 4, por la carretera ¡iba con amagos de calambres! Pensé que iba a sufrir un infierno pero después no se presentarían mayores problemas en ese sentido. En el tramo de la vía arranco motores y ofrezco mi rueda a mi compañero M-50 Víctor, pero declina el ofrecimiento. Quique (Alimaña) si que se pega a mi rueda hasta que oímos el típico “psss…psss…psss”, señal inequívoca de pinchazo. Supongo que él desearía que la perjudicada fuese mi rueda trasera en la misma medida que yo rezaba porque lo fuese su delantera. Esta vez salió cara (para mí) y fue el pobre Quique quien se tuvo que parar a reparar. Lo siento, amiguete.

Rampón del Cerro del Castillo poniendo un pie a tierra por un torpeo del que llevaba delante aunque después subí pedaleando el tramo más duro. Por la pista polvorienta voy a mi ritmo, recuperando posiciones poco a poco. En el bucle que se hacía por el oeste de la pista coincido con Antonio Almirón  y alguna otra cara conocida. Por allí se me engancha Ernesto (el Bocina no, el otro) que ya sería mi sombra hasta la meta. Me voy encontrando bien y subo decentemente la pista hasta El Barroyuelo. Bajada rápida hasta el Tinto y afronto con fuerzas la subida más larga del día. Por allí pasé a Álvaro Zaldívar (excompañero MKM) y, ya arriba del todo, alcancé a mi amigo Javi Baca, con quien también iría hasta La Palma.




Bajada por la pista a todo trapo, con el riesgo de no ver nada por la nube de polvo que se formaba. Allí empiezo a notar que las patas ya no iban del todo finas. Se me atragantaba cualquier repechillo. Zona de trialeras bloqueado por un Monferve al que no encontraba por dónde adelantar y a por el repechón de vuelta al Cerro del Castillo. Lo hago enterito sobre la bici, como Dios manda, aun a costa de maltratar mis ya resentidas patitas.



Tras pasar el puente de Gadea toca afrontar la última zona de repechos ¡¿por qué se hace aquello tan duro?! Allí vemos al amiguete Miguel Ángel, compañero de club (Los Guzmanes) de Javi, pinchado. Javi se detiene para ofrecerle su cámara y yo levanto un poco el pie, en parte para esperarlo y en parte porque llevaba ya las patas “aliñaitas”. Vamos, más o menos en grupo, Javi, Ernesto, un Cartayero y yo (a lo mejor alguno más, no recuerdo). El tramo de pista lo hago a relevos con Javi, a ritmo bastante “cochinero” y una última salida de cadena a pocos metros de la llegada me impidió entrar en meta como mandan los cánones, esprintando como un gilipollas por el puesto “taitantos”.

En definitiva, bastante satisfecho con mi carrera aunque sin entender muy bien por qué coño se hace tan dura esta prueba si, sobre el papel, no parece que se vaya a comer a nadie. Supongo que será por aquello de que es como las balas: el peligro no está en ellas, sino en la velocidad que llevan.

Como contaba en mi anterior entrada, casi prefiere uno que le suceda algo raro durante la carrera para tener sobre qué escribir. Si no, la cosa queda de lo más sosita, como en esta ocasión.

Nos vemos en Cartaya.
  

P.D.: y a éste ¿quién coño le llamaría al móvil? Víctor ¿para qué le coges la llamada en plena cuesta? 




martes, 2 de octubre de 2012

EL MECÁNICO DE LA TUERCA.


Me da la impresión que esto del blog me está volviendo un poco (o un poco más) gilipollas. Con la cosa de tener algo sobre lo que escribir, resulta que si durante una carrera te sucede algo inesperado, tirando a patético y que te hace perder todas las opciones de acabar medianamente bien, vas y te pones hasta contento: ¡ya hay tema para la próxima entrada!

Pues tales eran mis pensamientos por los caminos de Paterna el pasado sábado después del lamentable suceso que relato a continuación.


Los que seáis aficionados a la fórmula uno supongo que recordaréis al que se dio en denominar por parte de la prensa como “el mecánico de la tuerca”. Se trataba de un operario de Renault que, siendo Fernando Alonso piloto de esa escudería, cometió varios errores de bulto que arruinaron más de una carrera al piloto asturiano. Como os podréis imaginar, la siempre mesurada prensa deportiva española fue ligeramente crítica con aquel hombre: vamos, que lo pusieron a caer de un burro, le dieron hostias hasta en el cielo de la boca.






Pues bien, ese buen hombre a mi lado, un figura, un manitas ,una mezcla entre Mc Gyver y el barbitas de Bricomanía. Lo mío fue, más bien, digno de alguno de estos personajes:






Me explico. Andaría yo en torno al kilómetro 28, por la pista que hay después de coronar la subida al Cejo. Tras realizar una buena salida y haber levantado un poco el pie en las primeras cuestas, circulaba en un grupo “apañadete”, en compañía de Fabio, Juan “de Ono”, mi amiguete Javi, Carlos “El Palmera” y algún otro.

De repente percibo síntomas inequívocos de ir pinchado. ¡Mierda!: cubiertas nuevecitas y llantas recién “tubelizadas” para nada. Pienso: “menos mal que he sido previsor”. Tras mi última racha de pinchazos iba bien pertrechado, acarreando dos cámaras de repuesto, parches y lo que debía ser mi salvación: una bombona de CO2. Confiaba en que con un chutazo rápido con la bombona, el moco taponaría el pinchazo y en menos de un minuto estaría otra vez dando pedales como alma que lleva el diablo.

Me paro, tanteo la presión de la trasera y, la verdad, no la noto demasiado baja. Pero bueno, ya que me había detenido y sólo era cosa de perforar la bombona y darle a un botoncito pues le metí caña dejándola dura como un balón de reglamento. Siempre habría tiempo de quitar algo de presión más tarde si era menester.

Confirmo que no hay fugas y, satisfecho por el trabajo rápido y bien hecho, me subo a la bici, doy un par de pedaladas y compruebo con desesperación que HABÍA GASTADO MI PRECIADA BOMBONA DE CARBÓNICO EN HINCHAR ¡LA RUEDA QUE NO ESTABA PINCHADA! La que estaba vacía era la delantera ¡coño, si esa no se pincha nunca, joder!

Total, que tras comprobar que no quedaba nada de gas en la botella y resultarme imposible hinchar con la bomba, tocó meter cámara mientras saludaba desde el arcén a medio pelotón. Ya sé que son cosas de las carreras y que tampoco iba yo a disputar nada con los bichos que había por delante, pero me jodió verme totalmente rezagado por una torpeza de ese calibre.




A partir de ahí, hasta meta sin pena ni gloria, apretando en la medida de lo posible para recuperar puestos pero viéndome en muchos momentos frenado en las zonas de senderos sin poder adelantar. La única satisfacción la experimenté a la altura de Tujena, donde alcancé a Antonio Almirón. El miércoles le había dicho que nos veríamos en el km 70. No pudo ser y llegué tarde (km “ochentaitantos”), pero a las citas hay que acudir aunque sea con algo de retraso.

Tras apretar fuerte por los llanos afronté el Pinguete tranquilamente, con la intención de no sufrir en absoluto y saborear el ambientazo que por allí había (como siempre un diez para el público congregado en la calle Buenavista). Pero mire usted por dónde, un Hispabiker lanza un ataque y a mí, no sé por qué coño, me da por saltar a su rueda tratando de pillarlo. Pero ¿a santo de qué? ¿qué necesidad tenía yo de pegarme ese último calentón y llegar a meta echando los hígados? Si es que no tenemos arreglo…

En fin, una nueva “Paterna” completada. La organización, como siempre, rayando la perfección. El recorrido, variado y entretenido, mucho mejor que en ediciones anteriores. Y el público… pues es lo que hace diferente a esta prueba: mucha gente en el campo disfrutando de una jornada festiva y animando a los participantes con el colofón del estrecho pasillo humano en el Pinguete. Muchas gracias a público y organizadores.

Mi enhorabuena para todos los triunfadores y para los campeones provinciales (“Taja”, Alvarito, Javi Andrade, Barneto, Paco, Manu…). También felicito a todos los que os marcasteis esos tiempazos que dan miedo, pero quiero mencionar especialmente a mi compañero Víctor (el M-50, no el “niño de los riscos”, que ese hizo la corta), a Claudio (¡vaya carrerón!) y a Miguel Ángel Serrano (otro que no anda). Lo del tal Emilio Martín, en su primer maratón de BTT… pues eso, sin palabras.


P.D.: aprovecho también para dar la enhorabuena a Javi Macías por su gran triunfo como triatleta en el Titán. Lo de Carlos tampoco estuvo nada mal, con el 5º puesto ¡Felicidades a los dos!

  

viernes, 21 de septiembre de 2012

¡A LAS BARRICADAS! (dedicado a Humberto, madrileño de nacimiento, choquero de adopción).


Confío en la poca difusión que le supongo a este “blog” para que la presente entrada no me provoque un conflicto diplomático con los ciudadanos de la capital de las Españas. Hombre, por aquí tenemos al amiguete Humberto, que procede de “los Madriles”, pero sé que con él se puede arreglar cualquier malentendido mediante invitación a una Cruzcampo fresquita.

Por si, a pesar de todo, algún otro madrileño se asoma por aquí, que sepáis que esto no pretende más que “hacer de reir” (hacer unas risas, creo que decís por allí).

Vamos al asunto, que se hace tarde. Yo invito a la primera ronda.




Con el tiempo, la edad y la madurez uno ha llegado hasta a admitir ¡toma ya talante! que al bebedizo que se envasa y comercializa bajo la etiqueta de “Mahou” se le pueda dar la consideración de cerveza, aunque sólo sea por el pasado panturrano de la marca (sí, Mahou tuvo una planta de fabricación en Gibraleón de 1.904 a 1.912). Es más, la cinco estrellas de botella hasta me gusta. Pero de ahí a asumir que los inventores de la cerveza y, aún más, de cómo se tira una cerveza, sean los paisanos de la Cibeles, va un abismo.

Uno no es que sea Willy Fog, pero sí que ha tomado algo el aire por esos mundos de Dios. En todos los lugares que he visitado he dado cuenta de alguna que otra pinta, jarra, botella, caña, litrona o lo que se ha encartado en cada caso. Y dentro de esos destinos se encuentran algunos de tan incuestionable tradición cervecera como Irlanda, Escocia, Austria, República Checa o Alemania, esta última, concretamente, durante una verbenita que organizan a principios del otoño en Munich. Oktoberfest, creo que la llaman.




Pues bien, en ninguno de esos lugares tienen la puñetera manía de servir la cerveza al madrileñísimo modo que os describo:

1.- Ábrase el grifo del tirador hacia adelante. De él saldrá un líquido amarillo absolutamente carente de gas con el que se rellenará el vaso hasta, pizca más o menos, un centímetro del borde.

2.- Póngase la palanca en punto muerto. Dejará de salir el amarillo líquido por un instante.

3.- Engránese la marcha atrás. Al empujar la palanca hasta el fondo, el grifo comienza a arrojar una especie de “poliexpan” que forma sobre el líquido amarillo una capa densa, sólida, impenetrable, que hace imposible el acceso al, ya de por sí, poco apetecible fluido amarillo.

4.- Sírvase al cliente poniendo cara de “tomayapedazodecervezacomodiosmanda”.  

Uno ya puede ponerse en cruz, suplicar al camarero que no le añada el pegotón ese blanco al final, tratar de razonar, discutir, hacer pucheritos. Nada, que no hay manera, que de tener que atacar el vaso con martillo y cincel si quieres dar un trago, no te libra ni "Er Tato". Y lo malo es que el camarero te mira con actitud de perdonarte la vida y de decir “¡qué sabrá éste de cervezas, que no es capaz ni de apreciar una caña bien tirada!”.

Como legítima defensa sólo queda el recurso de pedirse un tercio, porque lo de tratar de razonar con ellos o el argumento de “la cerveza es para mí y me la tiras como a mí me salga de los cojones” no lleva a ninguna parte. Comprobado. Por éstas.

Lo peor del caso es que parece que la cosa se está extendiendo, ya están por aquí, los tenemos cerca de nuestras casas. Hace pocas semanas, en un bar de Huelva de cuyo nombre no quiero acordarme (pero me acuerdo, que conste), cometieron la madrileña tropelía con la cerveza que había pedido. Al solicitar que la segunda no fuese acompañada de la consabida capa de escayola, me respondieron con el peregrino argumento de “es que esta cerveza se tira así”. “¡Tequiyá, bacalao!”.

En fin, compañeros. Hagámonos fuertes, no dejemos que nos invadan. Mantengámonos firmes en las barricadas de la birra bien tirada y no consintamos que hordas de bárbaros procedentes del norte nos impongan sus usos y costumbres. La cerveza, fría como la mente de Esperanza Aguirre y espuma, la que caiga al escanciar. Y punto.

Y ya si puede ser una Cruzcampo helada y en “Los Cuartelillos”… pues que queréis que os diga… gloria bendita, oiga ¡Salud!




P.D. 1: lo de “¡una sevesita fresquita, miarma!” ya lo trataremos en otra ocasión (¡uff, hoy estoy haciendo amigos!).

P.D. 2: no me vale que algún defensor del escayolado de la cerveza recurra a los cientos de referencias que hay en la red aplaudiendo tal práctica. Ya las he leído. Me consta que hay una campaña propagandística orquestada por alguna mano negra que tiene controlados todos los medios de comunicación.



lunes, 10 de septiembre de 2012

“¡PA HABERNOS MATAO!”


Os traigo por aquí el relato de mi incursión hace unos fines de semana en eso que se llama “deportes de aventura”.

No sé si conoceréis al monologuista Leo Harlem. Merece la pena echarle un rato, es un tío divertido. Pues bien, en una historia que contaba acerca de esos deportes de aventura venía a decir que “el barranquismo consiste, básicamente, en bajar un río por donde no es”. Se puede decir más alto, pero no más claro. Lo has clavado, Leo.



La cuestión es que el pasado diciembre, por el cumpleaños de Pepa, se me ocurrió la ¿feliz? idea de regalarle un bono para dos actividades de esas de aventura: rafting y barranquismo. Lo del rafting me lo recomendó un compañero del curro y del barranquismo me habló muy bien Ale, amiguete que lo había practicado meses antes.

La mejor época para ambas actividades parece ser que es en torno al mes de agosto, así que cuadramos los planes para combinar las dos historias un sábado y el domingo siguiente. Así el lunes estaríamos con la adrenalina esa por las nubes.

RAFTING.

La cosa tuvo lugar en el río Genil, en un tramo que transcurre entre El Tejar y Palenciana, al sur de la provincia de Córdoba. Viendo los alrededores, secos como las cañerías de una pirámide, no se puede uno imaginar que el río corra con tanta fuerza.

Tras unas breves explicaciones de seguridad y de maniobras básicas (“palante”, “patrás”, cómo sacar a un "nota" del agua y poco más) te dan una cuchara como las de los helados pero a lo tocho y te plantan un casco tipo Calimero y un chaleco salvavidas. Yo, como una vez estuve en Bilbao, renuncié al neopreno. Ya tengo suficiente aislamiento adiposo.

De esta guisa quedé más o menos.



Los más graciosetes pueden ahorrarse el chistecito: no, no llevo un neopreno blanco. Esa es la combinación de colores que se nos queda en la piel a los esforzados ciclistas que no queremos playa ni en pintura.

Tras inflar las embarcaciones (tres), que daban un poco de “yuyu” porque tenían algún que otro parche, nos montan repartidos en grupos de ocho o nueve más un monitor en cada una. A mí me ponen delante porque, por lo visto, allí es donde deben ir los más fuertes (así lo interpreté yo, aunque creo recordar que el monitor dijo, más bien, los más pesados).

Frente a mí iba un chaval, Mario, bastante más canijo que yo (si, ya sé que no es difícil). Cuando lo colocaron allí se le puso “mu malita cara”. Resulta que cuando alguien cae al agua, el encargado del rescate es el que se sitúa justo frente a él. Pues bien, al tal Mario le cayó el papelón de pescarme a mi. Se ganó el jornal, el muchacho.

Lo cierto es que la historia es de lo más divertida. Se alternan tramos de río más tranquilos con zonas de rápidos. En las partes más calmadas, además de remar, te dedicas mayormente a hacer el cafre, embistiendo a las otras embarcaciones, abordándolas, arrojando gente al agua, siendo arrojado tú mismo, haciendo el caballito con la canoa… en fin, cosas de chavalotes. Constantemente va gente al agua a la que hay que rescatar y subir a la canoa. El agua está bastante fresquita, pero soportable sin neopreno.



En los rápidos hay que ponerse más serio, obedeciendo las instrucciones del monitor para pasarlos decentemente, esquivando piedras, troncos, ramas y demás. Se nota la sensación esa de cosquillas en los huevecillos.




Tras algo menos de hora y media de descenso toca recoger los tiestos, último bañito y te devuelven a la base. Cervecita de emergencia y proa hacia Almuñécar, donde haríamos noche.


BARRANQUISMO.

Después de cenar en un chiringuito y de echar un cubatilla junto a la playa en Almuñécar (bastante ambiente) fuimos a descansar al hotel. Bueno, al menos yo, que Pepa no pegó ojo. La mañana siguiente tocó madrugar para llegar al punto de encuentro en Otivar.

Tras un “no desayuno” en el bar en que habíamos quedado (¡mira que no tener tostadas!), a los coches hacia el punto de partida. Lo primero que te encuentras es que hay que pasar por una propiedad privada en la que están haciendo el agosto cobrando peaje por atravesarla: aquí, el que no corre, vuela. En cualquier caso ya estábamos avisados de esta circunstancia.

Reparto de material: otro casco de Calimero, calcetines de neopreno, arnés de seguridad y traje de neopreno. Esta vez sí lo cogí: cuando estuve en Bilbao no me quedé en el centro sino en un hotel de las afueras. Toca una subida a pata bastante “cañera” y acarreando el material. Al llegar al punto en que se empieza el descenso vas con el piloto de la temperatura en rojo, por lo que se agradece el bañito en la primera poza.

Allí vemos a una chica de otro grupo dudando si saltar desde una altura considerable hasta la poza. Personalmente, en ese momento me pareció una locura lo que iba a hacer. Iluso de mí, no sabía lo que el futuro me depararía poco después.

Toca vestirse de romano. Casi me dejo las yemas de los “deos” tratando de embutirme el neopreno y cuando al final lo conseguí, tan apretado, tan negro y con tantos bultos, parecía enteramente, como dice Leo Harlem, una morcilla de Burgos.



Empieza la acción. Los primeros tramos consistían en lo que los que sabemos de esto llamamos progresión a pie. O sea, andar por el cauce del río tratando de no dejarte un tobillo en una mala pisada. 




Tras varios tramos de pateo, otros nadando, algún pequeño tobogán y un importante culazo al resbalarme con una piedra, llegamos al primer salto. En este momento me planteo seriamente qué cojones hacía yo allí. No me gusta ni siquiera tirarme “a bomba” en las piscinas y de repente me veo ante una caída de varios metros con una poza de agua abajo y teniendo que hacer un acto de fe para creer al monitor cuando decía que había profundidad suficiente. La cuestión es que, en parte por vergüenza torera y en parte para no pensármelo mucho, salté de los primeros: el mal rato, pasarlo pronto.

No voy a decir que durante el salto viese pasar mi vida como una película, pero casi. Lo cierto es que las cosquillas el los huevos del día anterior en los rápidos se quedaban en nada frente a la sensación de caer al vacío ¡Qué “mieo, shiquillo”! Por un momento temí que el interior de mi neopreno iba a tener que sufrir al final de la jornada un lavado más enérgico que un simple enjuagado con agua. Eso sí, después se te queda una sensación agradable en el cuerpo, como de alivio, de relajo.  




Siguió la cosa con más pateos, nados, saltos, todo ello por un recorrido espectacular, con bonitos paisajes, un agua limpísima y a una temperatura muy agradable. El lugar merece la pena independientemente de hacer o no el descenso del barranco. Así llegamos al primero de los dos rapels. Aquí ya mi parecido con una morcilla iba a ser total, colgado de una guita y todo.

Yo, hasta ese momento, lo único que había hecho con cuerdas era acompañar alguna de Sabina a la guitarra. Por rapel sólo me venía el hortera ese con túnica y gafas que no adivina ni el reintegro de la ONCE dándole diez oportunidades.

Lo del descenso con cuerda sí que me motivaba. Lo que sucede es que iniciarte en una pared irregular, en curva y bajo una cascada que no te dejaba ver un panizo, hace que bajes como buenamente puedes, sin encontrar apoyo para los pies, pegando más golpes que el badajo de una campana y sin saber ni dónde estás. Pero bueno, al menos vas agarrado a algo.

Algún salto más y se llega al segundo rapel. Este lo disfruto más, es más limpio y con menos agua, lo que permite bajar más controlado. El tramo final es volado, descolgándote sin apoyo en pared alguna. Resultó divertido.



Un poco más abajo estaba el último salto. Este era el de mayor altura (7 u 8 metros, calculo) y con el agravante de tener que saltar sobre unos matorrales de romero que impedían ver el punto de caída. Haciendo de tripas corazón conseguí reunir el valor suficiente para lanzarme y, ya abajo, disfrutar de un agradable y relajante bañito en la última poza. Desde allí veo como unos descerebrados cordobeses que iban en nuestro grupo se van a la pared que estaba frente a la del matorral y en la que había dos plataformas a unos 12 y 15 metros de altura. Pienso para mis adentros “se van a rajar, no saltan”. ¡Los cojones! desde las dos se tiraron, los muy tarados. Eso sí que daba miedo, nada más que verlos caer.



En definitiva, muy divertido también esto del barranquismo. Te quedas con ganas de repetir la experiencia. Eso sí, físicamente es duro. Estás constantemente haciendo esfuerzos, apoyos raros, ayudándote con los brazos, dándote golpes... Vamos, que el lunes tenía el cuerpo como si me hubiese atropellado un autobús.

A Pepa también le encantó el fin de semana aventurero. Al fin y al cabo, de eso se trataba, que para algo era su regalo de cumpleaños. Ya veremos qué le depara el próximo… 



domingo, 2 de septiembre de 2012

DEPRESIÓN POSVACACIONAL.

Normalmente, las entradas de este blog tienen un tono desenfadado, tratando de hablar sobres temas poco o nada trascendentes desde un punto de vista divertido o, al menos, entretenido. No es así en esta ocasión, en la que pretendo denunciar la lamentable situación que nos encontramos a diario quienes frecuentamos los pinares de Aljaraque (aunque, desgraciadamente, el problema es extensible a otros muchos espacios de nuestros alrededores)

En la anterior entrada, traía por aquí algunas imágenes de las maravillas naturales de las que disfruté durante mi viaje por Eslovenia. Tras muchos pateos por el campo, raro fue el lugar en el que vi algún pequeño plástico, papel, envase o cualquier tipo de basura en el suelo. Se trata de un país cuyas gentes tienen un extremo respeto por sus bosques y campos y entienden que su existencia presente y futura está íntimamente ligada a la salud de sus espacios naturales.

Pues bien, nada más llegar a mi "Güerva" toca retomar el contacto con la bicicleta. Para ello, qué mejor que enfilar el carril bici que nos pone en veinte minutos en los pinos de Aljaraque, pulmón verde de nuestra localidad y cuya existencia pienso que no valoramos suficientemente. En muchas ciudades darían cualquier cosa por contar, a dos pasos de casa, con un espacio de ese tipo para el ocio, ya sea paseando, disfrutando de un día de campo o, como no, dejándose el alma dando pedales como si en ello nos fuese la vida.

La cosa es que a uno se le caen los palos del sombrajo cuando, contrastando con los idílicos paisajes que os mostraba en la anterior entrada, ve el lamentable estado en el que se encuentra ese espacio por culpa de una panda de malnacidos sin escrúpulos que toman el pinar por su cubo de la basura y de unas administraciones indolentes a las que la situación se la trae al pairo. No voy a escribir mucho, tan sólo mostraré unas pocas imágenes que describen el estado de este espacio (y me temo que de muchos otros).

No penséis que para obtener las fotografías he tenido que andar rebuscando ni haciendo infinidad de kilómetros. En unos pocos minutos se puede llenar una tarjeta de memoria con imágenes tan lamentables como las que muestro a continuación.













Al margen de los "vertederos" que he mostrado antes, lo malo es que el estado general del pinar en muchas zonas es, más o menos, éste.




Los cazadores. Otros que tal bailan.




Los conductores tampoco se salvan de la quema.




Y ningún colectivo está libre de pecado. Los de las bicicletas han abandonado estas cintas tras la celebración de una carrera.




Espero que, al menos, la cosa fuese satisfactoria.








Esto parece, claramente, procedente de una empresa.






Lo dicho, para deprimirse. Y la cuestión es que uno trata de buscar una explicación a todo esto y no alcanza a comprender por qué en esta parte del mundo vivimos rodeados de tanto ignorante y tanto hijo de puta.

En fin, espero que la siguiente entrada sea más animada.



miércoles, 29 de agosto de 2012

¡QUÉ BIEN SE ESTÁ(BA) DE VACACIONES!

Pues eso, que aunque ya casi ni me acuerdo de mis días de vacaciones, voy a rememorar por aquí algo del viaje que hicimos Pepa y yo a finales de Julio. Estuvimos 10 días en Eslovenia, con una noche más en la impresionante (y masificada) Venecia. Eslovenia es un pequeño país completamente recomendable. La zona por la que anduvimos son las últimas estribaciones orientales de los Alpes (Alpes Julianos y otras formaciones cuyo nombre no recuerdo ni me voy a poner a buscar). Paisajes montañosos, todo muy verde, bosques espectaculares, ríos de agua limpísimas (y frías de cojones), lagos... En fin, una monería (en serio).

El planteamiento del viaje era con un club de senderismo de Madrid, lo que implicaba mucho pateo por el campo, subiendo algunos picos sin excesiva dificultad, aunque requerían de cierta preparación física.

En este caso se tratará de una entrada básicamente gráfica: pocas palabras y más "afotitos".



Más o menos así es toda la parte de Eslovenia por la que anduvimos. Montañas, bosques, prados, cabañas... No, no vimos al abuelo de Heidi .




Este es el río Soča (léase "socha"). Espectacular la coloración azulada de sus heladas aguas.





Paisaje desde la cumbre del pico Slemenova (o algo así). La foto no es muy buena pero os aseguro que las vistas son alucinantes.




Garganta de Vintgar. Otro precioso paraje, cerca de la localidad de Bled.




Esto es Velika Planina (Gran Planicie en la lengua que hablan allí). Es una zona de pastos de montaña y las cabañas son lugar de residencia de los pastores durante parte del año. A pesar de su aspecto rústico cuentan con bastantes comodidades en el interior.




Foto tomada durante la ascensión al pico... ¡"Cachis", tampoco recuerdo el nombre! La cumbre que se ve al fondo es el Triglav, la más alta de Eslovenia y símbolo nacional (aparece en su escudo).




Como país que es, tiene su capital y todo: Ljubljana ("liubliana" se pronuncia, más o menos). Se trata de una ciudad de unos 300.000 habitantes cuyo centro es muy agradable y con un ambientillo curioso.




Tiene hasta sus polis en bici.




Esta es la localidad de Bled, con su castillo "entoloarto".




Lago de Bled con su isla al fondo. El pueblo de Bled está alrededor del lago. Es un lugar magnífico para darse un baño y nadar tranquilamente. El agua está a una temperatura estupenda.




Demostración de lo del baño, con el patito feo como protagonista. El patito feo es el blanco con el pescuezo más largo.




Hombre, darse un baño sí pero ¿qué coño harían estos dos?




Esto ya es otra cosita. Si el agua del lago de Bled está a una temperatura inmejorable, la de esta cascada en el Soča estaba absolutamente congelada. Aunque no se vea muy bien ahí estoy con Pepa bajo el gélido chorro.





Pateando hacia la cima del pico cuyo nombre no recuerdo. El que está en primer plano es Mitja ("mitia"), esloveno pareja de la guía que llevábamos (Sara) y que le echó una mano en un par de rutas para conducir el rebaño. Buena gente los dos. Eso sí, parecían cabras: cada yerbajo que veían por el camino decían que era comestible y que iba bien para tal o para cual cosa.




No se puede abandonar la bici del todo...




...aunque es mejor complementarla con ejercicios del tren superior.




¡Ahí está el tío! Haciendo cumbre. El Triglav al fondo.




Todo españolito lleva un torero dentro.




Eso sí, la rubia que no falte.




Esto ya no es Eslovenia. Son unos lagos a pocos kilómetros de atravesar la frontera italiana. Tampoco recuerdo su nombre. Por ahí lo tengo apuntado pero me da pereza buscarlo. Eso sí, bonitos lo son un rato.




La vista es desde Italia, pero las cumbres del fondo son, en parte, eslovenas.




Allí patea por el campo todo Dios.


Bueno, esto es todo, espero que os haya gustado. Lo dicho, Eslovenia es un destino 100% recomendable.