SAN BARTOLOMÉ. JUNIO DE 2009.

Bueno, contaré algo de mi aventura por las arenas.

En primer lugar quiero felicitar a los 49 valientes que se comieron las dos vueltas del maratón (sí, ya sé que llegaron 50, pero no voy a felicitarme a mí mismo ¿no?), se llevan la satisfacción de haber superado un buen reto personal.

Felicidades también a los diferentes vencedores y pódiums, especialmente a Regino y Nando, a los que les ha lucido la “jartá” de vueltas que le han dado al maratón en plan entrenamiento.

En lo personal, ni fu ni fa. Contento por haber superado la dura prueba pero sin haber podido pelear un poco más arriba como me hubiese gustado.

Salida conservadora, dejándome ir para evitar problemas de caídas entre la polvareda que se formó al principio. Siempre manteniendo a la vista, en la distancia, a Hbo, que podía ser una referencia válida para mí. Subo el Cebollar (primeros pateos) paso los arenales junto a los pinos (más pateos) y encaro la zona técnica en un grupito en el que iban el Coleta y David.

Esa zona la conocía como la palma de mi mano y sabía dónde tenía que poner pie a tierra (no menos de 10-12 veces) para no arriesgar lo más mínimo. A pesar de hartarme de patear mantenía el mismo ritmo que el Coleta, lo que me animaba. Sin embargo, en una bajadilla que siempre había hecho a pata cometo un cúmulo de errores:

Error 1.- Decido tirármela montado al ver que el que me precedía lo hacía.

Error 2.- Decido tirármela montado al ver que el que me precedía lo hacía, siendo el que me precedía el Coleta, que de técnica anda sobrado, no como el paquete que suscribe.

Error 3.- Decido tirármela montado al ver que el que me precedía lo hacía, siendo el que me precedía el Coleta, que de técnica anda sobrado, no como el paquete que suscribe. Y decido tirarme montado a pesar de ver que el Coleta “talegó” en el intento. ¡Bendita inconsciencia!

Resultado: el evidente, fuerte costalazo, hombro y rodilla derechas doloridos, manillar con los “cuennos” mirando para Cuenca  y cubierta delantera desllantada. Tras comprobar que el porrazo no era grave traté de inflar, pero entre el poco caudal de la mini-bomba y que había entrado tierra en la cubierta me fue imposible así que tocó meter cámara. Mientras reparaba me pasó hasta “er Tato” y al reemprender la marcha  me rondó por la cabeza la idea de mandarlo todo al carajo y abandonar. Sin embargo decidí intentarlo, arrear “p’alante”  y tratar de perder el mínimo de puntos posible para el CPBTT.

A partir de ahí, ritmo machacón y remontando poco a poco a los que me habían pasado, sin parar de beber y tratando de no pensar demasiado en lo que quedaba.

Al pasar por meta veo a un montón de gente de los “pata negra” parados y sin la menor intención de continuar. Pienso “¿sí?, pues menos gente que hay que adelantar”. Reposto líquido hasta las trancas (camel y dos botes) y arreando, que es gerundio; a por la segunda vuelta, que esto no es nada. En esta segunda vuelta, aburrimiento total, sin ver a casi nadie, concentrado en las señales (suficientes, a mi entender) y tratando de beber constantemente. Al menos se había nublado y, aunque el calor era de cojones, no caía el sol a plomo sobre el coco.

Así fui pasando a rivales de categoría, el último de ellos el Mixto (después se perdería), al que alcancé en el segundo paso por el enduro, que esta vez hice extremando la prudencia. Sin forzar demasiado sigo masticando km (¡qué lento corría el cuentamillas!) hasta que, en las pistas finales me surge un último problema: el cacho de mastín que muchos veríais se vino a por mí como un loco. Supongo que si hubiese apretado sin más hubiese pasado sin problemas, pero ya conocéis mis nefastas experiencias con esos bichos, así que no me quedó otra que pararme, poner la bicicleta delante de mí a modo de defensa y pasar andando poco a poco, sin perderle la cara. Cuando ya pensaba que la distancia era prudencial me monto en la bici y salgo, pero el cabrón del perro se pegó un sprint a por mí y tuve que exprimirme a tope para que no me alcanzara ¡Uff, vaya calentón a esas alturas!

Una vez superado ese último obstáculo, llegada a meta y tras comprobar que al menos he “salvado los muebles” (5º de los cuarentones) toca  ducha, comida y a esperar en meta a los, para mí, héroes de la jornada: Nacho y Ernesto. Vaya OO le echaron los dos, con la que estaba cayendo a partir de las cuatro.

Tras esperar un rato en meta tomando una birra con el Mendu y Víctor y viendo que estos dos no llegaban, decidí salirles al encuentro con la bici y a los 2 ó 3 km me los encuentro. Me uno a ellos y le digo a Ernesto algo así como: “venga, ánimo, que ya no queda nada”. Y coge y me contesta: “no, si yo voy bien, si el que va fundido es el Nacho”. ¡Y era cierto! Nacho lo había estado esperando muchas veces antes, pero en los últimos km el Bocina se animó, empezó a apretar y llevaba al Chinasky muerto  ¡Qué tío más duro! Y al llegar a meta, le ofrecemos una cerveza pero, al decirle que ya habría empezado la entrega de trofeos, no consintió en quedarse a descansar un momento. Salió zumbando sobre la bici hacia la zona del polideportivo para disfrutar de su momento de gloria ¡Un crack!



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