Bueno, contaré algo de mi
aventura por las arenas.
En primer lugar quiero felicitar
a los 49 valientes que se comieron las dos vueltas del maratón (sí, ya sé que
llegaron 50, pero no voy a felicitarme a mí mismo ¿no?), se llevan la
satisfacción de haber superado un buen reto personal.
Felicidades también a los
diferentes vencedores y pódiums, especialmente a Regino y Nando, a los que les
ha lucido la “jartá” de vueltas que le han dado al maratón en plan
entrenamiento.
En lo personal, ni fu ni fa.
Contento por haber superado la dura prueba pero sin haber podido pelear un poco
más arriba como me hubiese gustado.
Salida conservadora, dejándome ir
para evitar problemas de caídas entre la polvareda que se formó al
principio. Siempre manteniendo a la vista, en la distancia, a Hbo, que podía
ser una referencia válida para mí. Subo el Cebollar (primeros pateos) paso los
arenales junto a los pinos (más pateos) y encaro la zona técnica en un grupito
en el que iban el Coleta y David.
Esa zona la conocía como la palma
de mi mano y sabía dónde tenía que poner pie a tierra (no menos de 10-12 veces)
para no arriesgar lo más mínimo. A pesar de hartarme de patear mantenía el
mismo ritmo que el Coleta, lo que me animaba. Sin embargo, en una bajadilla que
siempre había hecho a pata cometo un cúmulo de errores:
Error 1.- Decido tirármela
montado al ver que el que me precedía lo hacía.
Error 2.- Decido tirármela
montado al ver que el que me precedía lo hacía, siendo el que me precedía el
Coleta, que de técnica anda sobrado, no como el paquete que suscribe.
Error 3.- Decido tirármela
montado al ver que el que me precedía lo hacía, siendo el que me precedía el
Coleta, que de técnica anda sobrado, no como el paquete que suscribe. Y decido
tirarme montado a pesar de ver que el Coleta “talegó” en el intento. ¡Bendita
inconsciencia!
Resultado: el evidente, fuerte
costalazo, hombro y rodilla derechas doloridos, manillar con los “cuennos”
mirando para Cuenca y cubierta
delantera desllantada. Tras comprobar que el porrazo no era grave traté de
inflar, pero entre el poco caudal de la mini-bomba y que había entrado tierra
en la cubierta me fue imposible así que tocó meter cámara. Mientras reparaba me
pasó hasta “er Tato” y al reemprender la marcha
me rondó por la cabeza la idea de mandarlo todo al carajo y abandonar.
Sin embargo decidí intentarlo, arrear “p’alante” y tratar de perder el mínimo de puntos posible
para el CPBTT.
A partir de ahí, ritmo machacón y
remontando poco a poco a los que me habían pasado, sin parar de beber y tratando
de no pensar demasiado en lo que quedaba.
Al pasar por meta veo a un montón
de gente de los “pata negra” parados y sin la menor intención de continuar.
Pienso “¿sí?, pues menos gente que hay que adelantar”. Reposto líquido hasta
las trancas (camel y dos botes) y arreando, que es gerundio; a por la segunda
vuelta, que esto no es nada. En esta segunda vuelta, aburrimiento total, sin
ver a casi nadie, concentrado en las señales (suficientes, a mi entender) y
tratando de beber constantemente. Al menos se había nublado y, aunque el calor
era de cojones, no caía el sol a plomo sobre el coco.
Así fui pasando a rivales de
categoría, el último de ellos el Mixto (después se perdería), al que alcancé en
el segundo paso por el enduro, que esta vez hice extremando la prudencia. Sin
forzar demasiado sigo masticando km (¡qué lento corría el cuentamillas!) hasta
que, en las pistas finales me surge un último problema: el cacho de mastín que
muchos veríais se vino a por mí como un loco. Supongo que si hubiese apretado
sin más hubiese pasado sin problemas, pero ya conocéis mis nefastas
experiencias con esos bichos, así que no me quedó otra que pararme, poner la
bicicleta delante de mí a modo de defensa y pasar andando poco a poco, sin
perderle la cara. Cuando ya pensaba que la distancia era prudencial me monto en
la bici y salgo, pero el cabrón del perro se pegó un sprint a por mí y tuve que
exprimirme a tope para que no me alcanzara ¡Uff, vaya calentón a esas alturas!
Una vez superado ese último
obstáculo, llegada a meta y tras comprobar que al menos he “salvado los
muebles” (5º de los cuarentones) toca ducha,
comida y a esperar en meta a los, para mí, héroes de la jornada: Nacho y
Ernesto. Vaya OO le echaron los dos, con la que estaba cayendo a partir de las
cuatro.
Tras esperar un rato en meta
tomando una birra con el Mendu y Víctor y viendo que estos dos no llegaban, decidí
salirles al encuentro con la bici y a los 2 ó 3 km me los encuentro. Me uno a
ellos y le digo a Ernesto algo así como: “venga, ánimo, que ya no queda nada”.
Y coge y me contesta: “no, si yo voy bien, si el que va fundido es el Nacho”.
¡Y era cierto! Nacho lo había estado esperando muchas veces antes, pero en los
últimos km el Bocina se animó, empezó a apretar y llevaba al Chinasky muerto ¡Qué tío más duro! Y al llegar a meta, le
ofrecemos una cerveza pero, al decirle que ya habría empezado la entrega de
trofeos, no consintió en quedarse a descansar un momento. Salió zumbando sobre
la bici hacia la zona del polideportivo para disfrutar de su momento de gloria
¡Un crack!
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