jueves, 24 de noviembre de 2011

EL DÍA DEL PERRITO

Comienzo recordando la aventurita de un día, allá por abril de 2.008, en que anduve jugueteando con un perrito por la Sierra de Huelva. Todavía guardo su recuerdo.




Esta mañana, aprovechando que no curraba por la Feria de Sevilla, me he metido un buen "rutón" con la “flaca” por nuestra Sierra y el sur de Badajoz, con 108 km que incluían, entre otras, las ascensiones a la Sª del Viento y a Tentudía.

Quiero compartir con vosotros la “aventurita” que he vivido nada más comenzar la ruta, bajando la cuesta que lleva hasta Hinojales.



Iba yo en mis cosas cuando me encuentro con un rebaño de cabras en mitad de la carretera, acompañadas de su correspondiente pastor que estaba charlando con otro lugareño. De repente veo que una de las cabritas corre hacia mí en lugar de asustarse, saliéndome al encuentro. Pero cuando se acerca compruebo que no tiene cuernos, ni pezuñas unguladas, ni ubres repletas de leche y que viene diciendo ¡GUAU, GUAU!. ¡Tate!, me digo, pero si eso no es una cabra, es un cabrón. Qué digo cabrón, un cabronazo de mastín, cárdeno, “colmifino”, “bragao” y meano que no habría desayunado y me confundió con un “Whopper” con queso del que se disponía a dar buena cuenta.


En ese momento dudo si pararme o seguir, intentando esquivarlo, pero lo de parar e intentar razonar con el can no lo vi del todo claro, se le veía muy “estresao”. Así que, aflojando la marcha, intenté pasar junto a él sin incomodarlo, pero cuando estoy a su altura me mete un viaje que casi me tira de la bici. Ante tales intenciones por parte del “cachoperro” aprieto todo lo que puedo (era cuesta abajo) pero, en ese momento, veo algo que empeora la situación: un segundo perro, este más pequeño, pero con más pinta de hijoputa, si cabe, me sale al encuentro, lo que me hace dudar. Ese momento lo aprovecha mi primer amigo para tirarme una primera dentellada en el gemelo izquierdo con todo éxito.


Me pongo a tope, con los dos perros detrás de mí, uno a cada lado y el mastín me arrea un segundo bocado en el mismo gemelo. Menos mal que le debió parecer una presa demasiado correosa y no siguió masticando. Seguí apretando todo cuanto podía, con el gemelo quemándome, pero los dos cánidos resultaron ser buenos “sprinters” y casi me tiran de la bici antes de que pudiera dejarlos atrás.


Cuando por fin los despego, a la entrada de Hinojales, paro, me miro el gemelo (dos bocados monísimos), me lavo y regreso andando hacia el lugar de los hechos, con más miedo que once viejas. No pretendía otra cosa que decirle al pastor cuatro cosas y preguntarle si aquella mala bestia estaba vacunada. Conforme subía, veía al pastor a lo lejos y, más cerca, al mastín. Yo me lo imaginaba encendiendo el horno, cortando zanahorias y preparando un limón para metérmelo por el culo, para dar buen sabor, vamos. Al final el pastor atendió a mis voces y se acercó. Me dio cosa meterle la bulla, pues se trataba de un pobre hombre, mayor y con cara de asustado. Al menos me dijo que “aquello” estaba vacunado, y que tenía “papeles” (supongo que estará federado con alguna ganadería como Miura, Victorino o similar).


Tras eso he completado la ruta (preciosa y durísima) y he ido a que me miren las heridas. Me han curado y me han pronosticado un bonito hematoma. Espero que no sea mucho y que no se infecten las heridas. Ya hay mucha gente en el post de los “tullidos” para que entre uno más.





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