miércoles, 16 de abril de 2014

VALVERDE DE MIS VALVERDES

Bueno, pues una vez concluido el “Tríptico de las Arenas”, con los maratones de Bollullos, Cartaya y Almonte en los que, dentro de lo que cabe, no me he defendido mal del todo, este sábado tocó la primera gran cita del año: Maratón de Valverde. Lejos quedan aquellas ediciones con trazados de cien kilómetros, innumerables subidas (Abejas, Peñas Blancas, Manzanito, Angliru…) en las que le daba a uno tiempo a pasar, a lo largo de una misma carrera, por todos los estados de ánimo posibles: no voy mal, estoy que me salgo, no ando un peo, parece que va mejor la cosa, el año que viene va a venir Rita La Cantaora…

En los últimos años este maratón ha ido siguiendo la tendencia generalizada de acortar el kilometraje, pero conserva gran parte de su dureza y, además, el recorrido de este año escondía un buen número de emboscadas en forma de repechos imposibles, bajadas técnicas y cortafuegos abismales en los que los genitales dejaban de apoyarse sobre el sillín para situarse, más bien, en las cercanías de la laringe.

La mañana se presentó brumosa y más fría de lo previsto lo que, unido al considerable retraso en la hora de salida, hizo que más de uno se quedase “pajarito” antes de la partida. Me sitúo bastante adelante en el cajón, cosa que, como vería más tarde, fue perfectamente inútil. Salida neutralizada, tramo de carretera, túnel bajo la nacional (allí uno que iba delante de mí comprobó la dureza del suelo) y a apretar los dientes por los primeros caminos, tras haber perdido infinidad de posiciones.

Pues en eso de apretar los dientes andaba cuando, de repente, nos paran otra vez para reagrupar y dar de nuevo la salida ¡¿PARA QUÉ COÑO?! Una vez que se había estirado un poco el grupo, van y forman otra vez el mogollón. Resultado: en cuanto se llegó a los primeros pasos estrechos se liaron colas mayores que las que se forman en la puerta del Ayuntamiento de Huelva cuando dan gratis una “mierdalibro” de Semana Santa. Mal la organización de Valverde en lo que respecta a diseño y ejecución de la salida. Perfecta en el resto. Gracias por su esfuerzo a todos los implicados en el montaje de esta prueba.

Me van pasando caras conocidas (Francis, Juanlu, Quique Alimaña, Alberto, Alexis, Palmera…), que en poco tiempo se convierten en culos (no tan conocidos, se parecen mucho unos a otros), para acabar transformándose en pequeños puntitos que se perdían irremisiblemente en la lejanía. Y yo con un considerable dolor de patas, sin lograr que arrancase el motor ¿Las bujías, tal vez?




En la subida al Cerro del Aguilucho empiezo a sentirme algo mejor. Nada como para tirar cohetes pero, al menos, empiezo a recuperar posiciones. Pie a tierra por torpeo tras el segundo túnel bajo la nacional ¡delante de un compañero del curro que estaba viendo la carrera! ¡Ainsss, la imagen!

En la zona de Los Ballesteros, tras bajada técnica y rampón imposible, se vuelve a formar un tapón de los de tener que pedir la vez, tardando varios minutos en poder volver a arrancar.

Sigo recuperando poco a poco (muy poco a poco) y hago decentemente la bajada técnica que llevaba a La Ratera, por detrás de Trufero. Un poco más adelante paso a mi compañero Quique (“Extrusado”), que no llevaba muy buena cara y, más tarde, al pasar la Rivera del Cañamar, alcanzo al también compañero Víctor (“Portugués”).

Primeras rampas duras tras la Rivera, donde estaba Charo tirando “afotos” y, yendo a rueda de Víctor, sufro un par de chupados de cadena que me hacen poner pie a tierra ¡delante del objetivo de Charo! Definitivamente no iba a ser el mejor día para mi imagen pública. Trato de arrancar pero, nada, nuevo chupado y nuevo pie a tierra. Menos mal que la fotógrafa fue caritativa y no me inmortalizó en tan indecorosa actitud.  

Unas gotitas de aceite solucionan el problema, pero me pasa un montón de gente que ya había dejado atrás y, sobre todo, pierdo la rueda de Víctor que era una inmejorable referencia para mí. Retomo la tarea sin demasiado entusiasmo, aunque vuelvo a pillar a gente en la sucesión de subidas que llevaban hasta la pista principal.

Ya en la pista, viendo cómo iba la cosa, decido pasar a “modo conservador”. A ver si lo explico bien: el “modo conservador” consiste en dejarte los huevos dando pedales exactamente igual que en el modo “competitivo extremo” pero, como ves que no andas un peo, tratas de justificarte diciéndote que vas despacio porque te da la gana, no porque no haya más donde rascar. En fin, el que no se consuela es porque no quiere.




Bajada vertiginosa por La Puya para pasar la rivera que marca el inicio de la subida del “Angliru”, por una vertiente más suave que la tradicional. Por allí, ni fu ni fa, recuperando algunas posiciones pero sin llegar a tener en ningún momento buenas sensaciones. Nueva bajada por “Las Abejas” para afrontar la subida de “La Zeta”. En su parte final, más tendida, paso al amiguete triguereño Antonio Prieto, que daba la impresión de ir bastante “tostado”. Sí, sí, “tostado”, fue verme pasar y darle tremendo subidón de “yonosequeina” que le hizo ponerse a mi rueda y soltarme más tarde en la bajada tipo montaña rusa del cortafuegos (que yo hice a patitas, por supuesto) diciéndome adiós con la manita hasta meta. Poderes curativos tengo, oiga.

La zona de toboganes final se me hizo menos pesada que otros años y por allí recuperé bastantes posiciones, pasando, entre otros, al amiguete Benito, que se sorprendía de verme llegar a esas alturas de carrera. Ya ves, gajes del oficio. La BTT es “asín”. Unas veces se gana y otras se pierde. Ciclismo es ciclismo. No hay enemigo pequeño…

En fin, que tras una caca de carrera (3:55 de tiempo oficial) llegué a meta pensando en el día de aburrimiento que voy a hacer pasar a mis compañeros de equipo en la Extrema. Llevaos algo para leer, o el “aifon”, para ir poniendo “guasaps” mientras esperáis que me vaya comiendo las cuestas a ritmo cansino. Lo voy a pasar más malamente que el contable de Urdangarín haciendo la Renta.



P.D.: Repito mis agradecimientos y felicitaciones a los organizadores de esta gran prueba y doy mi enhorabuena a todos los triunfadores, con los Macías a la cabeza.  


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