miércoles, 18 de junio de 2014

BANDERITA, TÚ ERES ROJA...

Partamos de la base de que a servidor, eso de las banderas, le pone muy, pero que muy poquito. Bueno… casi todas…



Pero al margen de esta consideración, tengo que hacer una confesión, necesito soltarlo, me está quemando por dentro: ¡empiezo a estar hasta los mismísimos cojones de la banderita roja, amarilla y lila! ¡Ea, ya lo he dicho!

¿Pero éste no decía que era republicano? se preguntará alguno que me conozca. Pues no os quepa la menor duda: no concibo cómo, usando el raciocinio, se puede ser otra cosa. No entiendo qué esquemas mentales pueden llevar a alguien a considerase, por nacimiento, superior al resto de sus paisanos. Y menos aún entiendo a quien asume que, por nacimiento, alguien es superior a él. A estas alturas de la película.

Pero la cuestión es otra. Me da la impresión de que en este país, cuando se afirma de alguien o de algo que es republicano se da por sentada su relación con la izquierda política.

Republicano = rojo en la Guerra Civil = aquel que luchó contra Franco = de izquierdas.

Tengo la percepción de que los que en estos días enarbolan la bandera tricolor no están abogando por la instauración de una forma de estado más racional que la monarquía, en la que la soberanía resida en eso que se da en llamar “El Pueblo”. Más bien parece pretenderse una restauración, específicamente, de la Segunda República y siempre con la presunción de que estaría bajo el liderazgo de la izquierda.

Hay que tener en cuenta que la Segunda República, avanzada para sus tiempos en muchas cuestiones, sería hoy una venerable octogenaria, llena de achaques y que, durante ella, hubo un periodo de gobierno de derechas.

Aunque meramente anecdótico, resultó muy ilustrativo comprobar hace unos días cómo, en el programa del “Guayomin”, a la pregunta formulada a ciudadanos que se consideraban republicanos sobre si preferirían una monarquía con Felipe VI como rey o una república presidida por José Mª Aznar, muchos de ellos eligieron la primera de las opciones. Es evidente que no han entendido de qué va la película. Estamos mezclando “meras con churrinas”. Se trata de optar por una forma de estado, de decidir quién es aquí el que manda, si una familia descendiente de gabachos que se pasa las llaves del cortijo de padres a hijos o todos y cada uno de nosotros decidiendo quién queremos que ostente en cada momento la representación del estado.
 
Tampoco alcanzo a explicarme la inquebrantable adhesión que profesa la mayoría de las gentes de la derecha de este país hacia la institución monárquica. Ni eso ha sido siempre así históricamente ni me da la impresión (puede que errónea) de que suceda lo mismo en otros lugares de este mundo.

Pienso que no estaremos en condiciones de acceder a una forma de estado republicana estable hasta que las gentes de izquierda no rompan esa identificación entre república e izquierdas o hasta que deje de resultar raro oír a alguien afirmar: “soy de derechas y republicano”.

En cuanto a la bandera, pues eso, que me la trae al pairo ¿La rojigualda? ¿Por qué no? Aunque... ahora que lo pienso, si a la tricolor le añadimos otros tres colores, igual conseguimos ganar de una puta vez EUROVISIÓN.  






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